FIRMAS

Mar. Por Manuel Herrador

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CADA DÍA, CUANDO QUEDAMOS PARA VERNOS Y CHARLAR DE NUESTRAS COSAS, ME ENCANTA COMPROBAR LO NERVIOSO QUE TE PONES AL VERME, BATIENDO TUS OLAS COMO GIGANTES ALAS TEMBLOROSAS.

Mar, quería decirte que agradezco que me acerques tus sábanas mojadas de espuma blanca hasta mis pies, para no ensuciar la arena de tu cama. Y estrechar la mano a las palmeras humedecidas de tu dulce brisa, escoltas de tu poder, escondites de mil y una trama, sombras de verde luz y testigos nocturnos de tus más brillantes lunas de calma.

Mar, qué bien meces la mirada infinita de mis horizontes deseados, me encanta cómo tu poder envenena mis blandos pasos, permitiendo que tu quejido acuoso aliente el pasado, escondiéndome en tu caracola para que no me vean los astros, a contraluz de tus barcos, dibujando mi meta salpicado por la bruma del amanecer, preparando mi piel para que tú la poseas, la arrugues y la protejas.

Mar, eres mi jefe, mis padres, mis hijos, mi esposa y mi roca secreta, eres la familia, los amigos, los compañeros y, a veces, mi coartada perfecta. Mi confianza te busca y te encuentra, la salpicas y te das la vuelta, para que yo no me dé cuenta. ¿Jugamos?, sí, aráñame con tus escamas, provócame con tus mareas y frótame con tus sales y tus calas.

Mar, inúndame de pasión, de ilusión y de nostalgia, haz que tu costa frene la rabia de mi tormenta y que tu orilla calme la sed de mi añoranza. Inspírame una vez más, neutraliza mis fallas, arrástrame hacia el fondo de tu morada, preséntame a tus vecinos y a tus algas, apaga el fuego de mi tierra quemada y siembra en él la pleamar de la esperanza.

Mar, sé mi dueño, sé la hélice que revuelva mis entrañas, sé el espejo de las nubes de mi mañana. ¡Ay, Mar!, cómo me gusta cuando te tragas mis lágrimas al caer sobre tu orilla, dejando que mi piel penetre en tus llagas de salvaje arena y de negra playa, y qué dulce melodía el llanto de tus callaos y tus guijarros cuando, tristes, envidian tus encantos.

¡Ay, Mar!, no abras nunca tus redes, déjalas que me asfixien cada mañana, que me ahoguen y que me traguen mientras tu yodo me empapa, mantenlas cerradas. Y si algún día no me ves, si una mañana percibes mi falta, tranquilo, no te preocupes, no pasa nada, eso es porque ya estaré buceando en tu océano de paz, para siempre, con los míos, con tus peces, con mis cenizas embarcadas.

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