Asumir como normales cuestiones que en absoluto lo son. A eso nos ha llevado esta crisis que aún atravesamos. Todo ello aderezado con un desconocimiento interesado de «nuestros» derechos. Cuando hace apenas unos años, muchos sectores sociales se escandalizaban porque a nuestros jóvenes –aquellos tan recordados como añorados mileuristas– no les daba para independizarse, ahora cualquiera firmaría sin pensarlo por una cifra similar.
Los datos son más que esclarecedores. Más de un millón cuatrocientas mil personas en España cobra una nómina mensual de 355 euros brutos. Según el “Análisis gráfico de la pobreza y la desigualdad laboral” elaborado por CCOO, en 2013, una de cada cinco personas que trabajaba por cuenta ajena percibía menos de 700 euros brutos, siempre en 14 pagas.
Este informe sindical es demoledor. El 12,3 por ciento de los trabajadores recibía en 2012 una remuneración igual o inferior al salario mínimo interprofesional. Claro está, esta situación no es igual para todos. Este escenario perjudica siempre más a las mujeres, el 17,4 por ciento frente al 7,5 de hombres vive con estos ínfimos jornales.
Lejos de ser una excepción, las cifras empeoran en Canarias. Así tenemos que, según la Encuesta de Estructura Salarial del INE, en 2013 los trabajadores en las Islas percibían 3.529,93 euros menos de media que los del resto del país. Pero ya sabemos que, en esto de las cifras, los números suelen ser caprichosos y, aunque la media de sueldo bruto en el Archipiélago fuera de 19.167,93 euros, la mayor parte de los empleados en las Islas cobraba menos de 16.405,41.
Las diferencias crecen considerablemente al comparar tipos de contrato. Un empleado con un contrato indefinido en Canarias cobra de media 4.161,66 euros más que uno con una relación contractual de duración determinada. Evidentemente las diferencias con la media nacional resultan, también aquí, bochornosas.
Todo este escenario no puede llevarnos a confusión. Estamos hablando, sin florituras, de pobreza. Hace ya casi dos años que la propia Comisión Europea admitió en uno de sus múltiples informes que sólo sale de la pobreza la mitad de quienes encuentran un empleo. Siendo esto así, pocos movimientos se han visto para revertir este drama: «ni si quiera con un empleo se sale de pobre».
Todo lo contrario, quienes podrían poner en marcha mecanismos para erradicarlo piden más sangre. Las consecuencias de esta auténtica fractura social, tarde o temprano, se verán. Las primeras alarmas ya están sonando y quien no quiera oírlas también será responsable. Barrios degradados, ciudadanos perdidos o jóvenes acostumbrados a no tener esperanza. La limosna de los 355 euros al mes terminará saliéndoles, saliéndonos demasiado caro.
@cecastroramos
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