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¡¡¡Max madera, es la guerra!!! Por Eduardo García Rojas

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Cansado de observar cómo héroes y villanos se lían a puñetazo limpio por salvar o aniquilar a la humanidad, aquí estoy de nuevo en el Cine Víctor que se resiste a desaparecer –o a que lo troceen en salas– para reencontrarme con uno de esos amigos al que había perdido el rastro hace ahora unos treinta años.

Max, que así se llama el colega, aparece en Mad Max. Fury Road, pero no tengo muchas esperanzas puestas en él porque el tío que está detrás del guión y de las cámaras ¿no se había jubilado?

– Carajo voy a estar yo jubilado.- exclama George Miller.

– ¡Abuelo George!.- digo al reconocerlo.

George es el sospechoso abuelo de las antípodas y después de tantos años regresa para contarme una nueva batallita del amigo Max.

– Abuelo, déjelo estar, que ya no tiene usté edad para estas cosas- pienso antes de que se apaguen las luces de la sala. Estiro entonces las piernas, suelto los primeros bostezos y cruzo las manos sobre mi orgullosa barriga cervecera.

– ¡Ponte el cinturón de seguridad!- grita el abuelo George.

– Anda ya.- respondo.

Y comienza Max

¡Max madera, es la guerra!

Y la velocidad me tira pa`alante y luego pa`trás. más comenzar la película. Así que como puedo me pongo el cinturón como bandolera y, con el potente viento castigando los ojos, dejo que mi corazón clame por más gasolina (y de paso un poco de eso plateado que aparece en la cinta).

¿El abuelo George? El puñetero abuelo George pisa el acelerador.

Porque Max va a más. Y cuando escribo más es max y más. Es mad.

Y vuelvo a ser aquel adolescente que se metía en el cine para que le chutaran emociones de todos los colores. Hoy, desconcertado primero y sorprendido después tras 120 minutos del ala que vuelan porque mesmeriza observar lo que pasa en la gigantesca pantalla.

Y dirige todo ese circo de coches tuneados que recorren espacios abiertos como son el desierto y una garganta de piedra que se pierde en el horizonte, el abuelo George. Maestro de ceremonia que maneja el volante con la misma pericia de hace años pero mucho mejor y a una velocidad de vértigo.

Y el tam tam de los tambores y la guitarra de un tipo rojo que va en uno de esos camiones despiertan al hombre de las cavernas que anda por ahí.

¿Y Max a todas estas?

Más que Max una Furiosa, una Furiosa Charlize Theron con la cabeza afeitada que roba como una valquiria de la carretera el protagonismo al loco de Max, que ya no es Mel sino Tom, Tom Hardy, que pasa a un discreto plano porque solo es una bolsa de sangre…

¿Western futurista?, ¿reinterpretación en clave cruda de la fordiana La Diligencia?, ¿cómic de ciencia ficción con aroma al viejo y revolucionario Metal Hurlant?

No, Mad Max. Fury Road es Más.

Mucho más en estos tiempos de cine neutro y con efectos especiales.

Un elegante y coreografiado corte de mangas a todo ese cine de autos locos a lo Fast and Furios. Y real. O como se hacía antaño… porque los coches son coches de verdad. Tan de verdad que son otros de los grandes protagonistas de la película porque tienen personalidad, la misma y cromada personalidad que los personajes de carne y hueso, y cuando actúan juntos hombre y máquina inician una danza infernal a golpe de tam tam y guitarra eléctrica que te hace saltar de la butaca.

– Ni se te ocurra quitarte el cinturón.- dice el abuelo George.

“Ni de coña” pienso mientras aprieta y aprieta el acelerador y reconozco a toda esa galería de personajes que salen de mi mismo psiquiátrico. Y del mismo escenario postnuclear en el que habito.

Y entre tanta nube de polvo… una historia que funciona con el mismo efecto que un cuento infantil de los de antes. Esos que cuando leías se te inundaba de placentera inquietud.

Un grupo de chicas, una de ellas embarazada, y a las que ha liberado Furiosa son perseguidas por la cuadrilla de Inmmortan Joe. Las chicas buscan un sitio en el que no ser esclavas, concubinas de ese Joe que es más feo que Picio y en su huida se tropiezan con Max, y se arma la de Dios.

Tan de Dios que clavo las uñas en los brazos del asiento mientras pienso que no…, no creo que la siguiente escena vaya a más porque no… no… es imposible… pero para el viejo George solo existen los posibles. Lo que hace que la piel continúe erizada…

– Frena que nos estampamos. ¡Cuidado!, ¡cuidado con esa curvaaaaa!- le gritó al abuelo George.

Y da un violento volantazo mientras por la pantalla desfilan batallas cuidadas pero más turbadora por hermosa la nocturna; y recibo información de Max, que continúa chalado, y de ese mundo desértico donde el agua es la mercancía que mueve al mundo, y de cómo han sobrevivido los hombres en comunidades. La que dirige Joe se sostiene por un ejército de esclavos que vigila un ejército de bárbaros. Hinchas que gritan Valhalla.

Y huyen de todos ellos pisando el acelerador los que portan las semillas. O la esperanza, que para Furiosa y Max tiene forma de redención. Eso dicen, los pájaros.

Poco a poco el abuelo George levanta el pie del acelerador y cuando por fin se detiene salgo como salía antes del cine: trastabillando y con las emociones encendidas.

Y pienso, luego existo, que esto y no otra cosa es nuestro espectáculo.

Saludos, tribu, desde este lado del ordenador.

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