Compruébalo si quieres. Cierra los ojos y cuando haya terminado el útlimo acorde, sabrás a qué me refiero. El periodismo debería ser como el Adagietto de la 5ª Sinfonía de Mahler, un oficio que se cuela, que atrapa y que desarma, ése que te sacude para recordarte que necesitamos vivir, experimentar y luego, compartir. Como esa melodía que cala poco a poco en lo profundo hasta revolucionarte, capaz de despeinarte como la ráfaga de viento de las corrientes de aire de los pasillos de tu casa o del cruce de la esquina. Ese periodismo donde las mejores historias son, generalmente, las más sencillas, contadas por miradas honestas y grandes hacedores de la palabra, el relato y la imagen.
Así redescubrí ayer en el Foro Enciende la Tierra organizado por CajaCanarias a Ramón Lobo, periodista y corresponsal, y a Hernán Zin, director, documentalista. Ambos, viajeros. Narradores en primera persona de conflictos bélicos en Gaza, en Afganistán, África, Los Balcanes, entre otros.
Cada uno con su narrativa y sus tempos han sabido mostrar la realidad de tantos mundos confinados en este mundo que, a veces, se nos antoja extraño e irreconocible. Me identifico con la manera de contar sus viviencias, la que mantiene viva la ilusión de quienes a él se dedican desde su experimentación más cercana; porque recordemos que es imposible ser objetivos en el periodismo, igual que no lo somos en la vida, pero sí ser honestos, transparentes.
Y esa honestidad pasa también por no ser maestro de todo. Los periodistas no sabemos de nada pero sí preguntar al que sabe. Y cuando no sabemos, las tertulias y tertulianos de temas variopintos, sobran. Escuchar, observar, preguntar, vivir, compartir y narrar.
Lobo y Zin también meditaron en voz alta de no confundir la inmediatez con la profundidad, y que publicar primero no es, por supuesto, comunicar más ni mejor. De cómo las historias más frescas son aquellas que conducen a la reflexión para ubicarnos en el tiempo y el lugar que nos ocupa vivir y darnos cuenta que en el fondo, somos afortunados.
Y de entre tantas fórmulas, reconocen que la conversación y los silencios siguen siendo las mejores herramientas para escribir y que una mirada, media sonrisa, un gesto, son suficientes para revelarnos que estamos ante una gran historia; no son necesariamente las que de más actualidad pero sí las que despiertan y cautivan al lector, solo hay que saber mirar. Y ser paciente.
El valor de quienes nos muestran el mundo a través de un objetivo o de un teclado -y de un lápiz por ponerme más romántica- es, precisamente, descubrir el matiz y convertirlo en relato, en reportajes o documentales en los que, generalmente, no hay tantas corbatas por metro cuadrado.
Adagietto, 5ª Sinfonia de Mahler. https://www.youtube.com/watch?v=yjz2TvC2TT4
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