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¿Por qué se suicidó el dermatólogo más famoso de Nueva York? Por Armando Pinedo

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Así justificaba Madonna la leyenda en torno a Fredric Brandt: “Tengo una piel fantástica y en gran parte se la debo a él“. El médico apareció muerto es su casa de Miami la semana pasada tras unos meses atormentado por los crecientes y devastadores comentarios sobre los resultados de su técnica antiedad, la misma que le convirtió en uno de los especialistas más buscados por celebridades de todo el mundo para frenar (utópicamente) el paso del tiempo.  

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Se le conocía como el “Baron del Botox” por ser pionero en el uso de esta toxina en mujeres y hombres que buscaban desesperadamente en ella el secreto de la eterna juventud cuando comenzó a ser conocida en Estados Unidos para aplicaciones médicas y estéticas. Su trayectoria ha estado salpicada por varios episodios muy mediáticos, aunque siempre estuvieron determinados por las consecuencias de su notable cambio físico, del que presumía como una gran estrella en cada una de sus apariciones públicas, lo que despertó numerosas críticas hacia su trabajo, el mismo que curiosamente luego avalaban reconocidas estrellas del cine o la moda. Él justifica esta actitud admitiendo que le gustaba estar en el ojo público y ser el centro de todas las miradas desde que su nombre se popularizara cuando desarrolló una colección de productos que se vendían exclusivamente en las tiendas Sephora de todo el mundo. Tuve la oportunidad de conocerle durante la presentación de esta marca con su nombre y apellido para dicha cadena de tiendas que abrió en Madrid. Extremadamente inteligente, Brandt te observaba tan cortésmente que apenas intuías que estaba analizando cada esquina de tu rostro para, posteriormente, animarte de forma subliminal a que corrigieras aquella zona que apagaba tu mirada o eliminarás esas arrugas que agotaban la comisura de tu boca.

Fuente: D.R.

Su pasión por convertirse en una estrella casi más popular que la lista de celebridades que acudían a sus centros de Nueva York y Miami, reconoció en una entrevista en The New York Times que solía invitar a editores de belleza a su consulta para que se sometieran a tratamientos innovadores con el objetivo de obtener espacio en sus artículos. Una de sus más fervientes admiradores era Linda Wells, editora jefe de la revista Allure, una de las publicaciones de cosmética más influyentes del mundo, propiedad del grupo editorial Condé Nast, que solía  contar con él en su equipo de redacción y al que consultaba muchas de las novedades que llegaban a la redacción antes de recomendarlas a sus lectoras. Además, Marc Jacobs, Linda Evangelista, Naomi Campbell o el fotógrafo Steven Meisel admitían sin pudor alguno la maestría que Brandt poseía a la hora de aplicarles sus novedosos tratamientos antiedad.la foto 3 (8)

Nacido el 26 de junio de 1949 en Newark, Fredric Brandt había reconocido en los últimos tiempos que su vida estaba muy vacía, que se sentía solo y que las constante críticas a su trabajo, las mismas que en el pasado le hacían gracia por su confeso egocentrismo, en este momento le hundían. La revista W realizó un exhaustivo estudio sobre los avances de la dermatología cosmética en su sección de belleza, dónde se atrevió a exponer al médico como el mejor paradigma de lo que nunca debemos hacer con nuestro rostro. Aquello, sumado a la reproducción de comentarios burlándose de su trabajo en las redes sociales consiguieron que se fuera hundiendo en una profunda depresión.

Fuente: D.R.

Aquella época en la que estar en el ojo público parecía ser un impulso para mantenerse en activo y con una visionaria estrategia de crecimiento en la industria cosmética y estética más vanguardista se volvió en su contra. En las últimas semanas, según algunos medios norteamericanos, Fredric Brandt había admitido a sus amigos que se sentía despreciado y reconocía que seguramente haber mostrado su lado más extremo lograría llevarle a la muerte.  Su cadáver apareció días después en el garaje de su casa en Miami como un macabro legado de sus subliminales llamadas de auxilio acerca de la tristeza que rodeaba su rutina en las últimas semanas. Sin embargo, nada cambia en su marca. Hoy nadie podría poner en duda el valor cosmético de su propia línea de productos, magníficos en su composición, recomendados por muchos especialistas y por expertos periodistas de todo el mundo y que mantendrán vivo el legado de un hombre condenado por su propia obsesión: frenar el tiempo.

Fuente: D.R.

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