FIRMAS

¡Que corra el aire! Por Francisco Moreno

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Los sevillanos emplean una expresión muy peculiar para poner distancia cuando alguien se acerca en exceso: ¡Qué corra el aire!, proclaman mientras abanean con el brazo el pasillo de aire que debe quedar entre un cuerpo y otro. Los principales dirigentes lo tenían muy claro en París: para evitar riesgos, el aire debía correr entre ellos y los ciudadanos a los que gobiernan.

Es simple seguridad. Para esos terroristas que se han educado en la era de los videojuegos y se han formado viendo películas que parecía imposible que pudieran ocurrir en la vida real, tener a todos esos delante podría ser una tentación imposible de reprimir.

Ese es el verdadero problema que tenemos en esta vieja Europa: estamos perdidos y encima tenemos miedo. Al vecino raro, y al horizonte que nos dibujan esos gobernantes. Ellos nos dicen que tenemos que trabajar más y ganar menos. Que no hay más remedio que recortar. Hay ya una generación perdida que no podrá vivir como lo hicieron sus padres. Antes de echarse a rezar y pensar en la venganza más sangrienta, el odio que despierta vivir al estilo occidental se inocula en los suburbios de esas capitales occidentales: barrios de obreros en paro, en los que sus jóvenes ven como una quimera imposible seguir viviendo en una sociedad que llamaban del Bienestar.

Pero lo peor no son esos demonios que hemos incubado en suelo patrio. Lo peor es la resignación con la que todos asistimos a nuestro propio declive. Nos domina la indiferencia y la sensación de derrota. Y si escuchamos y nos indignamos, es para escuchar sólo todo aquello que queremos oir. Nos basta con echarle toda la culpa a los políticos, como si fueran marcianos que nos cayeron del cielo y nada tuvieran que ver con nosotros mismos. Hay mucha insatisfacción en este continente. Y mucha angustia por el futuro que nos dibujan. Un continente en decadencia en el que los políticos no se fían de sus ciudadanos, ni sus ciudadanos de ellos. A Churchill o De Gaulle les encantaba darse un gran baño de masas. Los de ahora no quieren compartir las duchas frías que nos recetan en cada Boletín Oficial. Es verdad que la política, pero también sus ciudadanos, están exhaustos en esta vieja Europa. En medicina, esta patología degenerativa tiene un nombre: Esclerosis. Un achaque propio de políticos viejos y viejas Políticas.

Resignados a seguir empeorando, este es, además, un buen momento para recortar libertad. Todo sea por nuestra seguridad, no por esa que amenza la miseria, sino por la que atacan los monstruos que nosotros mismos hemos creado. Por eso, debe correr el aire entre unos y otros.

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