FIRMAS Marisol Ayala

La historia que se coló en un libro. Por Marisol Ayala

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He conocido a una mujer maltratada con saña. Una mujer nerviosa de pelo negro, alta y delgada. Ambas hemos decidido que jamás desvelaremos su identidad. Su caso es tan tremendo como lo es haber vivido maltratada, violada, sometida, golpeada por un pederasta, su marido. A él le gustaban los niños y se lo dijo; su actividad deportiva le permitió durante años tenerlos a su alcance, a su merced. Parece duro pero hay pruebas aunque dudo que ella las muestre jamás. El delito ha prescrito y nada hay que hacer en el terreno judicial pero merecería el peor castigo. Por proteger a sus hijos lo soportó todo pero no se atrevió a denunciar. No era fácil. Las ataduras raciales han jugado un gran papel en este caso. Ella se jugaba la vida y la de sus hijos porque así se las gastan los que usan pistolas.

Conocerla, escuchar su historia, ha sido una de las mayores satisfacciones que nos ha dado nuestro libro La Secta del Kárate a los dos, a Micky y a mí, sus autores. No piensen que estas líneas son una estrategia para vender, no, no, porque en España escribir no tiene más satisfacción que haberlo hecho, nada más. El premio ha sido conocer a la mujer que conocí. Ella lo leyó y se identificó tanto con su contenido que ha reconocido escenarios, nombres, condenados. Sus hijos eran deportistas. Karatecas. Entrar en el texto sirvió para abrirle los ojos y confirmar años de sospechas, de pánico cuando una llave visitaba la cerradura. Leerlo, me contó, le dio fuerza para echar de su casa a quien las ha aterrorizado durante muchos años y a él para largarse sin rechistar ante el temor de verse en la prensa. Mi amiga nos buscó desde que lo presentamos y ya por fin hemos hablado. Dejó una nota en un lugar que transito: “Tengo que hablar contigo”.

 

Portada del libro y sus autores Miguel F. Ayala y Marisol Ayala

 

Dolor y rabia percibí en esa mujer, madre de dos profesionales, que habiendo sufrido lo que han sufrido nunca se atrevieron a denunciar. Estaban aniquiladas, anuladas desde la niñez. Estos delitos no debían prescribir. Dice que el domingo que anunciamos la publicación ella vio una luz. Curioso. Desde una cabina llamó al maltratador de la casa y le dijo. “Lee el periódico. Hablan de tu amigo (Torres Baena). El próximo que sale en la prensa eres tú. Sal de esa casa, vete o lo cuento. Tengo el listado”.

Un listado donde anotaba los niños que le gustaban. Ese.

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