Ingleses en el Puerto de la Cruz: Motivos de su establecimiento
El Puerto de la Cruz constituye actualmente una pequeña ciudad desarrollada por y para el turismo, donde los ingleses han constituido una parte importante de esos primeros viajeros que se aproximaban a Canarias, atraídos en parte por estar situadas las Islas en una encrucijada entre América, África y Europa y donde parafraseando la obra conjunta de los profesores de la ULL, Oswaldo Brito y A. Pérez Voitereuz nos encontramos ante una “encrucijada internacional” en la cual el Puerto de la Cruz comenzará a recibir diversas gentes que conformaran el mosaico de nacionalidades que ha llegado hasta la actualidad.
Iglesia Anglicana de Todos los Santos dentro del
Parque Taoro en el Puerto de la Cruz
Ante todo nos preguntamos el porqué el Puerto de la Cruz se convierte en un lugar de importancia en cuanto al asentamiento de la comunidad inglesa. A ello se puede responder observando los distintos elementos que influyen en esa decisión, así tenemos: el clima, la importancia del muelle, la propaganda realizada a través del testimonio de viajeros/as, etc., toda una serie de elementos sobre los que el profesor Nicolás González Lemus ha descrito en diversas obras[1]. A lo anteriormente mencionado, debemos añadir la presencia de un determinado marco físico y natural, contribuyendo junto al clima el propio paisaje que presentaba el Valle de la Orotava. El Puerto de las Cruz contaba con playas, a las cuales acudían los ingleses para tomar los baños de mar por recomendaciones médicas. El Valle además cumplía con las condiciones establecidas por los médicos de contar con numerosas casas de campo en las que se podían establecer los denominados invalids, por lo que ese elemento también sería considerado como un atractivo para el inglés que llegaba hasta las islas, y en concreto, al Puerto de la Cruz.
Hacia el Valle de La Orotava también llegaban ingleses motivados por el atractivo que aún ejercía el Teide, donde eran muchos los que venían para contemplar tal montaña.[2]
Ante todo, algo es cierto y clave en todo esto, los británicos frente a otras nacionalidades se establecieron por el desagradable clima inglés que no favorecía la convalecencia de los invalids, motivo por el cual se buscaba un clima más favorable para recuperarse, pues los médicos recomendaban a los enfermos pasar largas temporadas en un clima cálido.
A lo largo del siglo XVI, el Puerto de la Cruz verá cómo van llegando individuos de nacionalidad inglesa, pero serán individuos ingleses del siglo XIX miembros de la “gentry” los que comenzarán a establecerse en el Puerto de la Cruz y no ya como se había desarrollado con anterioridad mediantes actividades comerciales, sino que ahora esa población se establecerá bien por problemas de salud o de placer, huyendo del frío de su país así como evitando condiciones atmosféricas que no eran favorables en una ciudad como Londres con un grado de contaminación importante.
La comunidad británica en el Puerto de la Cruz irá creciendo a la par que la publicación de libros que durante el siglo XIX irán exponiendo los beneficios para la salud que otorgaba la ciudad además de la belleza del lugar (destacando en esa labor Olivia Stone entre otras viajeras), además a todo esto se «le añadía la existencia de un clima benigno y la existencia de hermosas viviendas para arrendar a unos precios módicos diseminados por el valle, el nivel de vida reinante en la isla, los bajos precios de los artículos de consumo, permitirían a los acaudalados británicos ciertas facilidades económicas para pasar largas temporadas aquí».[3]
El Puerto de la Cruz se fue convirtiendo poco a poco en un healt resort de primer orden (como en otra época lo habían sido otros centros invernales de Europa, destacando Madeira) donde la industria fue la climatoterapia.
Interior de la Iglesia Anglicana de Todos los Santos
Los años finales del siglo XIX conocerán una diversidad en cuanto a la cifra de ingleses en el Puerto de la Cruz, pero será 1886 un año clave para la isla de Tenerife y más concretamente para la ciudad portuense, pues en un pueblo de apenas 4.000 almas llegan 500 ingleses. A raíz de ese primer overbookin se hizo necesario el establecimiento de hoteles que pudieran dar alojamiento a esos turistas que llegaban a un pueblo de pescadores en el cual fueron bien acogidos, pero con notables carencias de infraestructuras. Ante esas circunstancias, nos encontramos que «en 1890 abrió sus puertas un nuevo hotel, el Gran Hotel Taoro, en el paraje entonces llamado Lomo de la Miseria, con una gran panorámica sobre la ciudad».[4]
La construcción del hotel Taoro supondrá un importante lugar de contacto entre miembros de la colonia inglesa reciente en el Puerto de la Cruz, frente a aquellos que llegan hasta ese hotel.[5] Los terrenos situados en torno al mencionado inmueble se fueron vendiendo poco a poco a particulares, estableciendo éstos a partir de entonces sus chalets de reposo en ese lugar.
En la zona Taoro además, nos encontramos con otros elementos de Inglaterra, pues al mencionado hotel se le añade además la biblioteca inglesa y la iglesia anglicana, a lo que se debe sumar el colegio inglés que se encuentra situado actualmente en la entrada al parque Taoro, completando ese “microcosmos inglés” que otorga a ese lugar una gran belleza y un carácter exótico.
[1] Nicolás González Lemus constituye actualmente un referente en cuanto a los estudios realizados sobre la presencia de viajeros en las Islas, siendo nótable muestra de ello tanto su tesina Las islas de la ilusión: (británicos en Tenerife, 1850-1900) o su tesis doctoral “Génesis del turismo y la presencia británica en Canarias: Tenerife (1850-1900), así como toda una serie de estudios centrados en viajeros ingleses, expediciones científicas, etc.
[2] GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás. Del Hotel Martiánez al Hotel Taoro, págs. 23-26.
[3] GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás; HERNÁNDEZ PÉREZ, Melecio; SÁNCHEZ GARCÍA, Isidoro. El Puerto de la Cruz: de ciudad portuaria a turística, p. 134.
[4] GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás. Misters: británicos en Tenerife, p. 4.
[5] Desgraciadamente, en la actualidad el inmueble muestra un estado de conservación lamentable tras su cierre como Casino. Al respecto puede consultarse la obra de Agustín Guimerá Ravina, El hotel Taoro: cien años de turismo en Tenerife (1890-1900). Asimismo, merece la pena destacar la obra del profesor A. Sebastián Hernández Gutiérrez, De la Quinta Roja al Hotel Taoro.
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