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Un síncope causó la muerte natural de Laura, según los peritos de la defensa. Por Marisol Ayala

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La sociedad sigue expectante del juicio conocido como “el caso talio”. El cruce de informes, las declaraciones de testigos de una y otra parte ha convertido el proceso en uno de los más interesantes de los celebrados en los últimos años en Canarias. Los titulares se suceden y desconciertan. La agencia EFE, de cuyo texto se hace eco La Provincia, ofrece hoy una información muy completa: “Según los peritos la mujer falleció por un síncope vasovagal, ocurrido tras varias paradas cardíacas, y no por hipoglucemia o por ingerir dosis tóxicas de medicamentos”.

Efe en La Provincia.

Laura A.G. tuvo una muerte natural por un síncope vasovagal, ocurrido tras varias paradas cardíacas, y no por hipoglucemia o por ingerir dosis tóxicas de medicamentos suministradas por su marido y acusado de su asesinato, según concluyen los peritos propuestos por la defensa.

Los peritos Luis Frontela, Juan Bautista Alcañiz, Santiago Durán y Carlos Pérez, contratados por la defensa de Iván R.A., han defendido esta tesis este jueves , frente a la de las acusaciones, ante el tribunal Jurado de la Audiencia de Las Palmas. Los forenses Eva Bajo y Javier Tapias afirman que la víctima tuvo una muerte violenta y homicida por el suministro de múltiples sustancias no pautadas, como talio, morfina y tiopental. Frontela, que ha mostrado al jurado fotografías de la víctima que obran en su autopsia para apoyar sus consideraciones, ha calificado como una “burrada” la relación de causalidad que los forenses han hecho entre la ingesta de talio y la alopecia localizada en la cabeza de Laura A.G., en cuyas cejas, sin embargo, no faltaba pelo, tal y como ha enseñado.

El catedrático de Medicina Legal ha asegurado que el talio, la codeína y la morfina, los barbitúricos como el tiopental y las benzodiacepinas como el midazolán halladas en el organismo de Laura A.G. presentaban “valores terapéuticos, no dosis tóxicas” que pudieran explicar su muerte. El profesor ha lamentado que los informes de la autopsia practicada a la víctima estén, a su juicio, “incompletos”, ya que en ellos “no se describen” las contusiones, pinchazos y la punción con un objeto de un diámetro equiparable a un catéter que presentaba el cadáver de la víctima en un costado, signos susceptibles de detectar en un mero examen externo de su cuerpo, y que ha mostrado al jurado en fotografías.

Frontela ha insistido en que desde el punto de vista analítico no hay ninguna razón para achacar al talio el envenenamiento y la muerte de Laura A.G. y ha expuesto entre los síntomas clínicos de la ingesta de ese metal radiactivo figuran las convulsiones, la psicosis, la parálisis muscular, neuropatías motoras y alopecia general, que la víctima no sufrió. Sobre el trayecto “muy fino” de un pinchazo subcutáneo, compatible, en opinión de los médicos forenses, con una punción, que nunca fue indicada por los médicos del Hospital Insular, donde murió la víctima antes de permanecer ingresada en dos ocasiones, Frontela ha subrayado que el encontrado en el cadáver tiene entre 4 y 5 milímetros, lo que no puede corresponder a ninguna aguja.

Además de concluir que “está clarísimo científicamente” que Laura A.G. no murió intoxicada, Luis Frontela se ha preguntado por qué no se analizó el azúcar de las vísceras de la fallecida cuando ingresó por primera vez en el hospital con el hígado agrandado, ante la sospecha de que padeciera glucogénesis, una enfermedad genética. El equipo de peritos propuestos por la defensa del acusado ha destacado también que Laura A.G. sufrió su última hipoglucemia 43 días antes de morir, y ha concluido que las cuatro anteriores fueron provocadas por distintos tipos de insulina administrada de manera exógena, a tenor de la duración tan variable que tuvieron esos episodios.

El profesor Juan Bautista Alcañiz ha afirmado que cuando Laura A.G. murió, el 11 de julio de 2010, estaba sentada en el Hospital Insular y había pedido una cuña para hacer sus necesidades. Fue entonces cuando sufrió una braquicardia, a la que siguió una parada cardíaca, a la que no respondió, pese a las maniobras de reanimación que se le practicaron. Alcañiz ha subrayado que todos los medicamentos que tomó la víctima estaban pautados y fueron administrados por personal sanitario, y ha asegurado que “ni un cubo de tiopental” causaría la muerte a alguien.

Santiago Durán ha lamentado que, ante las sospechas de que alguien estaba administrando insulina a Laura A.G. con el fin de hacerle daño, el Hospital Insular no tomara ninguna medida para proteger a la paciente, como la instalación de un circuito cerrado de televisión, y que se le aislara tras un biombo, lo que impedía que se le viera.

Por su parte, Carlos Pérez, ha concluido que los forenses han querido “encajar a martillazos” un mosaico en este caso, en el que ha reprochado que no se solicitara una autopsia clínica en el hospital tras la muerte de Laura A.G. para ver si había indicios de criminalidad, como se sospechaba.

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