FIRMAS Marisol Ayala

Síndrome de Stendhal. Por Marisol Ayala

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Se llama así, o también Síndrome de Florencia, a una enfermedad psicosomática que produce elevado ritmo cardíaco, mareos, vértigo, palpitaciones y otras reacciones que se experimentan ante una obra de arte o ante una acumulación de belleza.

Así describe Stendhal lo que sintió cuando visitó la Basílica  de la Santa Cruz en Florencia:

Saliendo de la Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme.”

La primera vez que leí estas palabras, hace muchos años, me parecieron una exageración, una frase propia de un escritor en pleno delirio romántico.

No soy una experta en arte, pero me gusta muchísimo. Cuando era joven e impresionable, a medida que lo iba descubriendo, me iba apropiando de algunos cuadros y estatuas que hacía míos para siempre. Por ejemplo: La Victoria alada de Samotracia, es mía; La Libertad guiando al pueblo, también; los cuadros de Vermeer son míos todos, el Guernica, con su carga de denuncia de la violencia naturalmente tenía que ser mío, el David de Miguel Ángel no lo comparto con nadie. Es mi museo particular imaginario.

Cuando empecé a ver mis obras de arte cara a cara, no en papel, me llevé alguna pequeña desilusión. Mi Victoria alada está muy sucia, creo que ahora la van a retirar para limpiarla, pero sigue siendo una maravilla; La Gioconda, tal como está colocada, es imposible apreciarla, alguien dijo que era un sello de correos que está detrás de un montón de japoneses; el Guernica, grande y espléndido, no me inspiró ni la mitad de emoción de lo que lo hacían las muchas reproducciones que en los años 70 todos los luchadores antifranquistas tenían en sus casas.

Sin embargo, la primera vez que visité El Prado mi hijo Sergio me hizo tapar los ojos y a ciegas me colocó en medio de una nueva sala y me dijo que ya podía mirar; cuando vi ante mí Las Meninas, un cuadro que nunca me había dicho nada especial, precioso, pero no era mío, no estaba en mi museo imaginario, me eché a llorar desconsoladamente. Emocionada y muerta de vergüenza me limpiaba las lágrimas para que nadie me viera.

¿Qué fue lo que me pasó? ¿El Síndrome de Stendhal? No lo creo, he visto obras maravillosas antes y después de aquel día y las he disfrutado alegremente.

El resultado es que han cambiado un par de cosas,  ahora cuando leo “me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí…” ya no me atrevo a criticar a Stendhal ni a su delirio romántico, por si acaso compartimos enfermedad por un día.

Y que Las Meninas, por razones obvias, tiene un lugar de honor en el Maite´s Imaginary Museum.

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