Los mensajes publicitarios en el mundo de la televisión han dejado su impronta en el imaginario colectivo de las generaciones crecidas bajo la hipnótica mirada de las 365 líneas; desde los primeros anuncios en blanco y negro hasta los actuales microespacios vestidos con atractivos envoltorios estéticos, la esencia de la comunicación en otro formato pervive en ellos.
El mensaje se adapta a los tiempos, al target del consumidor al que se quiere captar, al contexto socioeconómico, a las necesidades de la empresa y a las circunstancias imprevisibles que puedan surgir.
Un ejemplo evidente de la evolución del contenido del discurso es el que ha experimentado la industria agroalimentaria. En pocos años se ha visto obligada a incorporar a su estrategia de marketing conceptos vinculados a la trazabilidad y la salud, la calidad, la nutrición, la seguridad alimentaria o los hábitos de vida sanos.
Las agencias responsables de diseñar el producto publicitario de este tipo de empresas han fomentado en diferentes etapas mensajes del estilo “compre usted este producto”, “cómprelo porque no puede faltar en su casa”; “hacemos la vida más fácil, así que adquiera este artículo”; “no hay ningún producto como éste” pasando por “es bajo en calorías, cuidamos su línea” a “nada como productos caseros elaborados con materias primas 100%”, entre otros.
A esta secuencia se añaden dos nuevas líneas estratégicas en la comunicación publicitaria: la humanización del producto para poner ‘rostro’ a la marca y el que quizá era, hasta ahora, el vector menos ‘estético’ de las empresas para la mercadotecnia como son sus industrias, los centros de producción, el alma mater del producto.
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