FIRMAS

El peso de los oyentes en la radio española (I). Por Gorka Zumeta

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Es curioso, pero tras más de doscientos post dedicados a la radio, todavía no he escrito ninguno sobre la razón última de este oficio nuestro, tan agradecido: los oyentes. Lo que expreso en las líneas que siguen responde a una reflexión compartida con otros compañeros, hombres de radio curtidos, colegas de muchos años, que se hacen la misma pregunta que yo: ¿la radio española no abusa de la participación de los oyentes? Es posible que su impresión sea ajustada. No persigo tampoco realizar una sesuda tipología de oyentes, sino reflexionar a vuela pluma acerca de cómo trata hoy la radio a sus oyentes.

Las confidencias de la madrugada

No vamos a referirnos al programa “Hablar porHablar”, de la Cadena SER, que inició Gemma Nierga, y ahora presenta Macarena Berlín, siguiendo la fórmula original que puso en marcha la catalana. Es cierto que la audiencia ha descendido, y que la fórmula, inevitablemente, llegará un momento en que se agote. Pero, hoy por hoy, sigue gozando de una buena salud. Éste el caso más flagrante de que la producción del programa reside en los oyentes, que participan a través del teléfono, fundamentalmente. Ellos marcan las pautas de los contenidos, ellos se preguntan y se responden. Ellos interpelan y contestan. Y en medio, Macarena, y antes Cristina, y Mara, y Fina, escuchándoles atentamente, contenidas en las formas y poco expansivas en las réplicas, más bien parcas. Y así, la SER, inteligente, resuelve su madrugada sin mucha complicación, ni personal numeroso y con un coste razonable.

El precedente, “Directo, directo” (RNE)

Recuerdo cómo en Radio Nacional de España aquel mítico programa “Directo, directo”, que puso en marcha Alejo Jesús García Ortega (Alejo García) y prosiguió luego Julio César Iglesias (que ya lo comentó en la entrevista que tuve la suerte de hacerle para este blog), fue el primero que abrió los teléfonos a la participación directa de los oyentes en los contenidos del espacio. Y los oyentes demostraron que estaban a la altura de lo que se pedía de ellos. Los invitados, de primera fila y condición, eran entrevistados por una sucesión de oyentes, de manera imprevisible, experiencia a la que se arriesgaban con valentía. Hoy en día este formato no tiene mucha presencia, tal vez por la escasa bravura de algunos políticos que huyen de entrevistas no teledirigidas. “Directo, directo” abrió las puertas a los oyentes todopoderosos que ocupaban la antena con preguntas inteligentes y bien formuladas. Entonces muchos nos dimos cuenta de que este país tenía más cultura democrática de lo que querían reconocer muchos.

Opiniones sin filtros

Luis del Olmo defendió siempre la política de dejar hablar a los oyentes que le llamaran, sobre cualquier tema, con absoluta libertad, y sin ningún tipo de filtros. Su férrea convicción le deparó más de un disgusto, al tener que enfrentarse a oyentes maleducados o bromistas. Siempre recuerda la intervención inesperada de Jon Idígoras, el diputado de Herri Batasuna, que llegó a amenazarle en antena, intervención a raíz de la cual del Olmo se ganó un policía guardaespaldas. En su último “Protagonistas”, en ABC Punto Radio, la hora de 10:00 a 11:00 la destinaba, íntegramente, a la participación de los oyentes y, de nuevo, fiel a su ideario, eliminó cualquier tipo de filtros. Y así hasta el final…

Los ‘fósforos’ de Herrera

La misma escuela de Carlos Herrera y los Fósforos. Abrir las líneas telefónicas y dejar hacer a los oyentes. Plantear un tema cada día y pedir su colaboración a través del teléfono o del correo electrónico. No siempre están geniales y ocurrentes. No siempre los temas dan tanto de sí. Mientras que del Olmo les despedía en antena, Herrera solo contempla el saludo de bienvenida, y obvia el adiós, en pos del ahorro de tiempo y el mantenimiento del ritmo. Pero no queda bien. Dicen que un buen profesional de la radio es evaluado por su calidad profesional a través de los contenidos y por su calidad humana a través del trato que dedica a los oyentes. Certifico que Carlos Herrera es un caballero y que su objetivo es incluir a cuantos más oyentes mejor, pero a veces esta carrera se convierte en una carrera de obstáculos y la imagen que ofrece no ayuda mucho a engrandecer a quien opta por esta falta de educación. En su descargo hay que añadir, no obstante, que el saludo inicial es bastante afectuoso.

Recuerdo a Fernando Delgado, al frente de “A vivir que son dos días”, de la SER, y su trato a los oyentes: por ser eufemístico, diré que no era muy correcto. Los cortes y despedidas resultaban demasiado bruscos, a cual más forzado, y los oyentes, que no tienen un pelo de tontos, terminan por darse cuenta y rechazar a quienes forman parte de esa escuela. Y en este caso, como en el de Herrera, puedo certificar también que el canario era –y es- un auténtico caballero español, exquisito en las formas, al que el medio, tal vez, se le atravesó en algunos aspectos. Pero la imagen derivada de su trato a los oyentes no le hizo justicia.

Los oyentes ahorran tiempo, personal y dinero

La intervención de los oyentes ahorra tiempo, personal y dinero a los equipos del programa, puesto que son los oyentes los que se encargan de rellenar un determinado espacio de radio, por supuesto sin ninguna remuneración, ni a veces, repercusión. En este país nuestro, España, como demuestra la hora de los Fósforos de “Herrera en la Onda”, hay mucha creatividad. No me canso de escuchar oyentes, con sus historias increíbles, y tan bien contadas. ¡Qué bien funciona el filtro de producción, si es que lo hay! Pero mi reflexión me lleva a preguntarme por qué todos los programas de radio de este país abusan, por lo general, de la presencia de los oyentes. Y voy a responder con honestidad: porque, si bien la participación es el paradigma, hoy día, de la nueva radio interactiva (como lo ha sido históricamente, por otra parte), su presencia ahorra costes de producción, aunque el abuso provoca un desequilibrio en los contenidos. Los oyentes no son profesionales, son, eso, oyentes. Forman parte de la audiencia que acompaña a los programas de radio procedentes, sobre todo, de estaciones locales y/o regionales. Ahí es donde los programas se la juegan, en el trato corto y cercano. Y discreto.

Los profesionales deben ocuparse de los contenidos. Del interés que sean capaces de provocar entre los oyentes depende el éxito de un programa. Les propongo un simple ejercicio matemático: sumen mentalmente el tiempo de intervención de los oyentes en su emisión radiofónica preferida y, con la cifra en la mano, cuantifiquen cuántas horas de radio en directo han dejado de necesitar contenidos (¡porque había oyentes!) en detrimento de una mayor calidad programática del espacio. Los periodistas somos (se supone) expertos en organizar contenidos. Los oyentes son expertos de sí mismos, y de sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset.

 

Continúa…

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