FIRMAS

La ‘Siervita’. Por José Manuel Ledesma

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Sor María de Jesús León Delgado, la Siervita, como la llaman de forma cariñosa los creyentes, nació el 23 de marzo de 1643, en El Sauzal (Tenerife).

Entró en el convento de Santa Catalina, en La Laguna, en febrero de 1668, y, un año más tarde, tomó el hábito para vivir fiel a sus votos y en una constante penitencia. Compartía clausura con su hermana Sor Juana de San Vicente Ferrer.

Falleció el 15 de febrero de 1731, a los 87 años de edad; desde entonces, su cuerpo permanece incorrupto y conservado de una forma que aparentemente raya lo prodigioso, especialmente, si tenemos en cuenta las peculiares condiciones ambientales que rodearon al cuerpo después de su muerte, nada favorables a su preservación, puesto que estaba enterrada en la tumba que ella misma se había cavado en la tierra, según las reglas de la Orden. Antes de morir, cayó en éxtasis, y los médicos certificaron que durante 24 horas conservó el pulso y las pupilas claras.

En enero de 1734, tres años después de su muerte, cuando Amaro Pargo solicitó exhumar el cadáver, encontraron su cuerpo entero y flexible, con todo su pelo en la cabeza, el paladar y lengua fresco y sonrosado. Al hacerle un corte, brotó sangre fluida y un líquido transparente que mantuvo su fragancia a jazmín hasta varios años después; olor que determinadas personas suelen sentir al acercarse.

El cuerpo de la Siervita se expone al público cada 15 de febrero en el convento de Santa Catalina, en La Laguna, donde largas colas de fervientes devotos madrugan y guardan escrupulosamente su turno para verla.

Para abrir el sarcófago de Sor María de Jesús- regalo del corsario Amaro Pargo- se necesitan tres llaves, cada una de las cuales gira en un sentido que sólo las monjas del convento conocen.
El corsario mandó realizar este lujoso sarcófago para guardar los restos incorruptos de la Monja. Esta obra artesanal, realizada en madera policromada en rojo, azul y pan de oro, está ornamentada con orlas que enmarcan cinco composiciones poéticas dedicadas a exaltar las virtudes de La Siervita.
En sus dos primeros versos puede leerse, de arriba a abajo, el nombre de AMARO PARGO.

Aquí yace flor preclara,
María de Jesús pura,
A quién fue esplendor de clara,
Rara en virtud y hermosura,
O en todas las virtudes es rara.

Pare aquí el humano afán
A mirar con luz divina,
Rara ave peregrina,
Girando al cielo Guzmán,
O al trono de Catalina.

Aunque el cuerpo incorrupto se encuentra situado a varios metros, y la iluminación no es demasiado buena, a través de la cubierta de cristal del lujoso sarcófago es posible contemplar con cierto detalle que aparece como dormida y que su rostro se encuentra en buen estado de conservación.
Cuando los fieles visitan a La Siervita, a través de la reja de clausura, le tiran papelitos escritos con favores concedidos o pedidos.
Entre los acontecimientos de naturaleza «extraña» que ponen de relieve las gracias celestiales con las que fue bendecida Sor María de Jesús, citaremos que, cuando entraba en éxtasis, su rostro emanaba gran luminosidad, elevándosele la temperatura corporal. Al comulgar, su cuerpo era abrazado por un calor divino que le afloraba en el rostro, aunque ella lo disimulaba diciendo que era por la capa y el velo del hábito. Su medalla con la imagen de la Soledad que se recompuso espontáneamente después de haberse roto en varias piezas, etc.
Además, la vida de Sor María de Jesús cuenta con diversos episodios premonitorios y una posible bilocación con el famoso corsario Amaro Pargo pues, entre ellos, existen historias que parecen leyendas: la Siervita le dio al Corsario su cilicio cruciforme para que lo llevara colgado a su cuello y le sirviera de talismán. Al cilicio, que se conserva como reliquia en el Convento, le falta el brazo que Amaro arrancó y tiró al mar para que se calmara la tempestad que ponía en peligro las vidas de los que viajaban en el barco.

A pesar de haberse dado episodios de apariencia sobrenatural, que existan varias curaciones prodigiosas (1.251 milagros), y sea evidente la devoción popular que genera, después de 21 año de presentado el expediente para la causa de su beatificación, ninguno de ellos ha resultado concluyente para la Iglesia pues no certifica como milagrosos los hechos presentados de naturaleza sobrenatural ni tampoco que su cuerpo siga incorrupto.

Por lo tanto, después de 282 años, Sor María de Jesús, La Siervita, necesita un milagro para que los responsables del proceso de Beatificación o Santificación lo acepten y suba a los altares.

 

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