FIRMAS

Como decíamos ayer… Por Ramón Alemán

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Cuentan que cuando fray Luis de León se reincorporó a su cátedra después de pasar unos años en las mazmorras de la Inquisición, comenzó su clase con las mismas palabras que dan título a este artículo. Yo me permito hoy la libertad de plagiar al gran escritor español, aunque ni mi ausencia ha sido tan larga como la suya ni en este blog se ha pretendido nunca sentar cátedra. Tampoco he estado estos silenciosos cuatro meses en una prisión –ni de parranda ni tocándome… las narices, que conste–, pero valga la célebre frase del maestro para que el blog Lavadora de textos vuelva a la carga sin más y, de paso, para hablar un poco sobre los puntos suspensivos.

Los puntos suspensivos, como otros signos de puntuación, son muy bohemios y suelen aparecer en muchas ocasiones donde a quien escribe le viene en gana. Es lógico: a diferencia del punto o de los signos de interrogación, estos tres puntitos tienen en algunos casos un valor muy subjetivo. Dice José Martínez de Sousa en su Ortografía y ortotipografía del español actual (Ediciones Trea) que su función “es la de expresar varios estados de ánimo: duda, temor, emoción, expectación”, aunque también establecen “una suspensión del discurso porque lo que sigue se da por sobrentendido, es inconveniente o por otra causa esperada o inesperada”.

En el caso del título de este artículo, yo he escrito los puntos suspensivos porque, en honor a la verdad, no tengo ni idea de qué era lo que decía ayer fray Luis de León (si a alguien le sorprende que escriba ‘fray’ con minúscula inicial, que me lo haga saber), pero también porque, en cierta forma, dejo suspendido mi discurso para crear expectación y lo retomo en el primer párrafo del texto.

Como habrán visto, los puntos suspensivos se escriben pegados a la palabra o el signo que los precede, “y separados por un espacio de la palabra o el signo que los sigue”, según la Ortografía de la lengua española de 2010 (Espasa), de la Real Academia Española. Sin embargo, “si lo que sigue a los puntos suspensivos es otro signo de puntuación, no se deja espacio entre ambos”. Por ejemplo: ‘Tenía tantas ganas de reírse…; finalmente explotó en una carcajada’.

Una duda que nos suele asaltar a la hora de escribir es qué hacer con la palabra que viene a continuación de los puntos suspensivos. ¿Lleva mayúscula inicial o no? Pues depende: dice la RAE que se escribirá con mayúscula si los puntos suspensivos cierran el enunciado (‘Todos estaban preocupados… El problema era muy grave’) y con minúscula cuando no lo hacen (‘Creo que… no deberías ir’). En el primer caso no se añade un punto de cierre a los tres suspensivos. Ojo: sí se conserva el punto cuando corresponde a una abreviatura: ‘Lo siento, Sr…., no puedo ayudarle’.

Hay que decir que los puntos suspensivos tienen en realidad muchas más funciones, aunque hoy nos detendremos solamente en algunas de ellas. Estos tres puntitos –que se escriben sin espacio entre ellos y que en el pasado no eran siempre tres– sirven también para evitar escribir una palabra malsonante. En tal caso, se puede incluir la primera letra de la palabra en cuestión (‘Eres un hijo de p…’) o bien simplemente colocar los puntos suspensivos en lugar del término que queremos evitar. Según Martínez de Sousa, al hacer esto debemos dejar un espacio antes y después de los puntos suspensivos: ‘Eres un hijo de … y lo sabes’. El Diccionario panhispánico de dudas no está de acuerdo con Sousa y elimina el primer espacio: ‘¡Qué hijo de… está hecho!’.

¿Para qué más sirve? Pues para no tener que escribir completamente el título de una obra cuando es muy largo y ya ha sido citado previamente. Por ejemplo, si yo quiero volver a nombrar el libro de Sousa del que hablé antes, puedo escribir Ortografía y ortotipografía… y me quedo tan ancho. También nos viene bien para cerrar “enumeraciones abiertas o incompletas, con el mismo valor que la palabra ‘etcétera’ o su abreviatura”, según la RAE: ‘Me gusta ir al cine, pasear, leer la prensa…’. En estos casos, lógicamente, está de más usar conjuntamente los puntos y la palabra ‘etcétera’, así que es incorrecto lo siguiente: ‘Me gusta ir al cine, pasear, leer la prensa…, etcétera’.

Por último, se pueden emplear para indicar la supresión de un fragmento de una cita textual. En estos casos se escriben entre corchetes o entre paréntesis, aunque la Academia prefiere los primeros: “En un lugar […] de cuyo nombre no quiero acordarme…”. Como habrán visto, también he escrito puntos suspensivos al final de la cita de Cervantes, porque quiero que ustedes sepan (aunque ya lo saben) que la oración no termina ahí. Aquí no es necesario emplear los corchetes, y tampoco cuando el signo se coloca, con la misma función, al principio del texto citado (pegado a las comillas y separado de la palabra que va después): “… de cuyo nombre no quiero acordarme…”.

Como decía un poco más arriba, los puntos suspensivos tienen algunas funciones más, pero ahora no quiero ni puedo acordarme de todas. Espero que estas breves explicaciones sobre tan caprichoso signo hayan sido de interés para ustedes. Si no es así…, habrá que ponerse las pilas.

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