FIRMAS Marisol Ayala

“Déjenme morir con dignidad”: Un enfermo con cáncer lucha contra una sanidad deshumanizada. Por Marisol Ayala

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Francisco Alonso Sánchez tiene 56 años, está ingresado en el Hospital de Gran Canaria Dr. Negrín, planta cuarta, sector A, cama 422-2 y desde su cama, en la que se debate entre la vida y la muerte luchando contra un cáncer de esófago con metástasis en una sanidad tan encorsetada que no acaba de entender que para su estado de salud una semana de espera puede ser la vida o la muerte, escribe estacarta/denuncia contra un sistema deshumizado. Para presentar al autor de la misiva digamos que en diciembre de 1982 se constituyó el Parlamento Provisional de Canarias y Francisco Alonso Sánchez, con 27 años, un chiquillo, fue el segundo diputado más joven de la Cámara. “Fui presidente de Nuevas Generaciones de Alianza Popular y allí descubrí la corrupción política. La continua discrepancia con aquella pandilla acabó precipitadamente con mi conato de carrera política”. Ha perdido diez kilos en un solo mes y teme que si la situación, asistencial y física, no mejora sus días están contados. Su carta es una carta de rabia y dolor no exenta de compromiso social por el que Paco: “Dignidad, morir con dignidad” es su grito. No tiene duda de que los recortes sanitarios han situado a enfermos de primera y enfermos de segunda. Las camas tienen un costo alto y un enfermo desahuciado como es su caso “es un estorbo”. Pero sigue luchando.

He aquí su carta escrita la tarde del viernes en la habitación 422-2 sector A del Negrín dirigida a la autora de éste reportaje con quien el enfermo compartió reivindicaciones sanitarias; la misiva la escribió con mil esfuerzos y la ayuda de su compañera.

“La vida tenía un precio”

Hace algo más de dos años y medio fui intervenido con éxito de un cáncer de esófago en el Hospital Doctor Negrín y hará algo más de un mes tuve que volver para comunicarles que a través de una analítica que particular aparecía disparado el marcador tumoral específico de mi enfermedad. Tanto en Consulta Externa hospitalaria como mi médico de cabecera habían obviado repetirme ese marcador desde que todo comenzó y según ellos todos los informes de seguimiento al postoperatorio eran normales. He vivido estos años engañado dejando en manos facultativas el control que debieron ejercer y que nunca llegó.

Ahora que de nuevo acudo a ellos lo primero que les digo es que mi cuerpo no admite ningún tipo de alimento, ni siquiera agua; que todo lo vomito y que por favor busquen la forma de alimentarme porque arrastro esta situación desde hace semanas enteras. Ya para entonces me habían pautado un tratamiento quimioterápico pero días antes tuve que ingresar en Urgencias en un estado lamentable de debilidad, donde me suministraron suero glucosado durante unas horas, enviándome de nuevo a mi domicilio.

Justo el día que me iban a dar la quimio, hace ya dos semanas, era sabido por todos el estado de malnutrición en que me encontraba, así que optaron por aportarme de nuevo suero glucosado e ingresarme en planta, argumentando que tenían que restablecer antes que nada mi alimentación para que luego mi organismo pudiera soportar la quimioterapia. Pero es que esto ya lo sabían desde hacía muchos días, era no sólo previsible sino que todo este tiempo en que se ha ido dilatando mí posible tratamiento ha jugado en mi contra.
Los días que llevo ingresado en este Hospital han sido para mí un auténtico calvario, no ya por la recidiva de la enfermedad, sino por la falta de comprensión que recibo. He colaborado con ellos en todo lo que me han pedido. He dejado que me pusieran una sonda nasogástrica para que comprobaran lo que yo les repetía una y otra vez, que todo lo que me llegaba al estómago me llenaba de náuseas y me hacía vomitar incontroladamente hasta quedar totalmente exhausto. Pasadas veinticuatro horas se lo indiqué al oncólogo, que por favor y por cuestión de dignidad me quitara aquel tipo de alimentación por sonda que tanto daño me estaba haciendo, accediendo éste a ello en un gesto de humanidad.

Francisco Alonso Sánchez escribiendo su historia

Los médicos que me han visitado en la planta, endocrino, digestivo, oncólogo, me han instado, algunos con más insistencia que otros, a que ingiriera líquidos y purés; lo he intentado pero todo ha sido en vano. En todo momento tanto yo como mis familiares les hemos hablado de la posibilidad de alimentarme parenteralmente, es decir por vía intravenosa; siempre nos hemos encontrado con sus reticencias. Alguno nos decía que esa solución no era acertada para proporcionar la quimioterapia. Luego se ha visto que sí lo ha sido puesto que hace unos días me han aplicado la quimio al tiempo que me alimentaban de modo parenteral.

A diario, y esto es lo más triste, me veo sometido a soportar no sólo los avatares del cáncer, sino la lucha por defender mi derecho a decidir como paciente la aplicación o no en mi cuerpo de un determinado tratamiento o dispositivo.

Aún no me habían hecho una gastroscopia solicitada por una oncóloga desde el inicio de mi ingreso y ya deseaban fervientemente taladrarme el estómago para colocarme una sonda gástrica vía intestino.

Cuando vienen a verme para hablarme sobre mi proceso intentan convencerme de que lo mejor para mí sería que me pusieran esa sonda con la que podría irme a casa, aunque reconocen que tiene riesgos de infección. Insisto entonces en que de momento no estoy interesado en que me taladren la barriga, que prefiero seguir algún tiempo más con la alimentación en vena, que así podría incluso irme a casa con tratamiento ambulatorio, opción perfectamente viable en nuestro sistema de salud y de la que el Servicio en ningún momento me informa. Que soy totalmente consciente de que estoy ocupando una cama hospitalaria que de algún modo hay que rentabilizar, pero no a mi costa, con desprecio de mi derecho de recibir una atención especializada y completa durante mi ingreso Que no discrepo de sus criterios pero también ellos deben respetar los posibles tiempos de recuperación del paciente, que no anticipen un desenlace con esa urgencia, que se ocupen más bien de plantear las soluciones que estimen por pocas que sean, y que me permitan decantarme por una u otra.

Tanto mis familiares como yo, estamos siendo acosados a diario por este sistema médico robotizado. Casi siempre son ellos los que vienen a hablar con nosotros y en cada momento nos preguntamos qué es lo que nos quieren vender esta vez. Alguien experto se te acerca con la mejor de las sonrisas diciéndote que ha conseguido un quirófano para que te practiquen una gastroctomía, entonces tu le dices que no te interesa, y que además sabe porque se lo has dicho en repetidas ocasiones, que tu única intención es que se agoten otras posibles vías antes de llegar a las últimas opciones.

Es inusual en un Hospital de referencia como éste que tengan que ser los pacientes y sus familiares los que intenten dar aliento y tratar de llevar el optimismo a los facultativos que tienen asignados.

Todas las noticias que nos dan son alarmantes, pero no por la propia gravedad de la enfermedad sino porque lo dan todo por perdido. Desde que he sido ingresado no ha habido ni un solo día en que no hayamos tenido que luchar porque me iniciaran la nutrición parenteral, no por capricho sino porque en ese momento no había otra solución para alimentarme. Que me dieran la quimioterapia lo antes posible porque aunque no me fuese a curar sí que frenaría en buena medida el proceso degenerativo

Hasta ahora nadie se ha acercado a mi habitación para felicitarme sencillamente porque estoy vivo

Creo sinceramente que todas estas reticencias con las que estoy siendo atendido obedecen al momento económico que atravesamos todos y por tanto también la sanidad. No se explica de otra forma. No puede haber nadie tan malvado o incluso un grupo de gente malvada que deja a un semejante sin alimento o que le porfía las decisiones a las que tiene derecho como usuario; a no ser que todo ello entre en un protocolo mucho más amplio. El dejar que la naturaleza actúe sobre las personas cuya rentabilidad vital es difusa. Evitar la ocupación de una cama por alguien que quizás no vaya a vivir demasiado. Y si finalmente se tratase de esto, ¿cuánto tiempo estiman que voy a vivir: seis meses, un año, dos?.

¿Y si por azar viviera más tiempo o por desgracia menos, qué pasaría? ¿Dónde está exactamente el corte estadístico en el que me han incluido para que a diario me nieguen de modo sutil el derecho a expresarme como paciente y decidir sobre mi futuro?.

He trabajado y cotizado gran parte de mi vida y ahora que lo preciso tengo derecho a tratamientos sanitarios sin recortes y a que se preserve en las mejores condiciones posibles la atención médica y hospitalaria que mi patología requiere.

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