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Simón Bolívar, Simón, cazador de chupasangres… Por Eduardo García Rojas

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A finales del pasado julio el presidente de la república Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, reveló el que dice es el verdadero rostro del libertador Simón Bolívar en una multitudinaria rueda de prensa donde, entre otras cosas, señaló con ese tono populista y paternal que produce escalofríos: “A partir de hoy, tu rostro verdadero rescatado por las manos amorosas de tus hijas científicas y de tus hijos científicos brillará mucho más, porque ya sabemos con precisión y recibimos con intensidad infinita la luminosa presencia de esa mirada.”

Me pongo a investigar la imagen de Bolívar más por curiosidad que por otra cosa, comparándola con los numerosos cuadros que existen del hombre que declaró: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”, e intento descubrir en ese retrato robot algún rasgo de los habitantes de este proverbialmente aplatanado archipiélago en el que vivo cuando leo, no hace ni dos días, otra información relacionada con el militar y político venezolano en la que se afirma que por sus venas corrió sangre de…¡¡¡Aborígenes canarios!!!

Si pinchan este enlace tendrán información suficiente sobre este descubrimiento que supone algo así como un pequeño paso para el hombre aunque un gran salto para la humanidad, mientras el Curiosity comienza a enviar las primeras imágenes borrosas del planeta rojo, algunas de las cuales muestra caprichosas formaciones geológicas que si uno deja volar la imaginación tienen la imagen del mismísimo Simón Bolívar.

El Simón Bolívar cuyo verdadero rostro ha sido recreado por las manos amorosas de “tus hijas científicas y de tus hijos científicos” con el fin de que brille más y más en la constelación de los mitos que son, como todo el mundo sabe, maleables pedazos de cartón.

No sé a que extraños intereses obedece ahora esta reivindicación. Es decir, a mostrar el supuesto verdadero rostro de un hombre al que se ha transformado en leyenda y reivindicar que por sus venas corrió sangre de aborígenes canarios…

Claro que, es un suponer, pienso que todo obedece a impulsar la figura de un caballero que, a juicio de quien ahora escribe este post, no deja de resultarle un feliz iluminado que dejó demasiados cadáveres tras sus espaldas mientras perseguía un sueño que al final terminó convirtiéndose en pesadilla.

Pero esto pasa con los mitos. Y en especial con los mitos que se forjan en campos de batallas mientras se lucha en nombre de la libertad.

Libertad…

Voltaire proclamó en cierta ocasión y con ácida ironía su viva a la libertad de pensamiento siempre y cuando “muera el que no piense como yo”.

Y algo de esto es lo que arrastra la herencia de los que reivindican a Bolívar cuando lo transforman en una especie de dios –ahora con rostro verdadero y sangre de aborígenes canarios– que al parecer no conoció flaquezas ni contradicciones humanas.

No sé que pensaría Andrés Bello de todo esto.

Ni el pobre de Francisco de Miranda.

Pero puesta así las cosas, a mi este resurgir Bolívar super star me suena sospechosamente a lo que se conoce como una serpiente de verano.

Una serpiente, esta de verano, que es la misma serpiente que nos emiten todos los días del año desde los medios de comunicación solo que, en esta ocasión, es de verano.

Esta es una de las razones por las que espero nervioso, mordiéndome las uñas, que algún escritor nacido a este lado o al otro de las orillas que separa España de lo que fue la América española se atreva a escribir pronto algo así como Simón Bolívar, Simón, cazador de chupasangres...

Una historia donde el Libertador acaba el solito –como en la estrafalaria  Abraham Lincoln: cazador de vampiros, de ese terrorista que responde al nombre de Seth Grahame-Smith con toda una legión de no muertos con acento despiadadamente peninsular.

ESPAÑOL: Entregad vuestro cuello, animal de bellota.

SIMÓN BOLÍVAR (sacando la espada y clavándosela en el pecho): ¡¡¡Muere, papito!!!

Solo entonces me daré cuenta que por fin hemos sido capaces, a un lado y al otro del Atlántico, de desacralizar esos mitos que más que engrandecernos nos empobrecen.  Y que somos capaces de despiojar a nuestros santos laicos de su carácter sacro, tengan estos o no sangre aborigen canaria.

Mientras no sea así, todos ellos continuarán siendo peligrosamente maleables a intereses traicioneros y con olor a sacristía.

Ya saben, pedazos de puto cartón.

ESPAÑOL (mientras agoniza): ¡¡¡Traidor, ahora tenéis también la misma sangre que corre por las venas de Paulino Rivero!!!

SIMÓN BOLÍVAR (victorioso mientras se tapa la nariz): Fossssss.

Saludos, por prófugo a la vida condenado, desde este lado del ordenador.

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