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La Comunicación de la crisis (y II). Por Gorka Zumeta

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Los puñetazos

Pero la comunicación exige también, en época de crisis, determinación. Mariano Rajoy no puede ejercer el rol de víctima, porque esa actitud pone de manifiesto su debilidad con respecto al exterior. Tiene que luchar porque su pueblo, efectivamente, comparta con él el diagnóstico sobre la situación crítica en la que se encuentra. Pero, al mismo tiempo, debe mostrar la fortaleza oportuna para defender los intereses del país, incluso pegando un puñetazo allá donde resulte imprescindible. Y ahora lo es.

El fraude fiscal

El puñetazo debe pegarse con el fraude fiscal, en primer lugar. Desde el punto de vista de la comunicación, es indispensable dibujar un paisaje de lucha contra el insolidario, que sigue comprándose coches de lujo (no sólo no han bajado las ventas de este segmento, sino que han aumentado) y mirando a la crisis económica de reojo, casi con displicencia. Si hay que sumar cientos de nuevos inspectores fiscales, se suman, porque van a descubrir una enorme burbuja financiera que evitará –o tal vez sólo retrasará, según algunos- perder tanto en la balanza de los derechos sociales. Aquellos que dependen de una nómina tienen más difícil defraudar. ¿A quiénes, pues, se pueden orientar las inspecciones? A todos aquellos profesionales liberales, que todos hemos sufrido –y en modo alguno estoy culpando a todos los colectivos genéricamente- que nos han ofrecido pagar menos por los servicios prestados para evitar la factura. Rajoy ya ha hecho algo en este sentido, y es limitar las operaciones económicas privadas en efectivo a 2.500 euros, una cifra absolutamente insuficiente. Pónganse a trabajar los inspectores para desenmascarar el fraude y la insolidaridad de los que más tienen. Por desgracia, y a nadie con dos dedos de frente se le escapa el análisis, ese sector de la población es el que más poder reúne, en todos los sentidos, dispone por tanto de una coraza casi blindada, y forma parte, además, del cuerpo de votantes del partido en el Gobierno. Bien conectados. Complicado.

Hace tiempo que no sonríe

 Ante Europa

El puñetazo debe pegarse también ante Europa. Esta misma semana, el ministro más valiente del ejecutivo, José Manuel García Margallo, titular de la cartera de Exteriores, tildó al Banco Central Europeo (BCE) de “banco invisible”. Ya era hora que, insisto, desde el punto de vista de la comunicación, se alzara alguna voz oficial que reconociera que Europa, y las máximas autoridades monetarias, nos están dejando solos en esta crisis del euro, sobre todo después de que el Gobierno español está haciendo verdaderos esfuerzos financieros –independientemente de su acierto o no- para reducir la deuda pública. Si estamos todos en el euro, o salimos todos o nos hundimos todos, incluida Alemania. Si cae España, es junto con Italia, la ficha de dominó que provocaría el llamado “efecto dominó” y la precipitación de Francia y Alemania estaría casi asegurada. Moddy’s ya le ha dado un toque a Merkel. Tal vez ver las orejas al lobo haya llevado a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), a anunciar su determinación de ayudar al euro. Esperar estas palabras de Draghi le ha costado muchísimo dinero a España.

Ante las autonomías

El puñetazo debe pegarse también, internamente, ante todas aquellas autonomías que se desvíen de las líneas marcadas, no sólo por el ejecutivo del PP, sino por el sentido común (aeropuertos sin aviones, edificios faraónicos, corrupción galopante, estructura administrativa desmedida, esculturas vergonzosas, etc.). Esto es lo que no se puede permitir. Igual que no se puede permitir que una economía familiar precaria vea reducido su presupuesto de ingresos por la expropiación de su paga extraordinaria de Navidad, condenándole anticipadamente a pasar unas fiestas en penuria, sin olvidarnos de que, esto mismo, elevado a términos macroeconómicos, va a hacer retraerse mucho más al consumo, que es justo lo que se debe revitalizar para fortalecer el circuito de la economía del país.

Ante la banca

El puñetazo debe pegarse también, cómo no, contra la banca, que nos ha conducido al ahogamiento por ineptitud. ¿Qué hubiera ocurrido si Caja Madrid, en lugar de encontrarse en manos del PP (Rodrigo Rato, Comunidad y Ayuntamiento de Madrid), hubiera sido, en su origen, una Caja controlada por los socialistas? Los ataques hubieran sido mucho más virulentos, y las acusaciones demoledoras. Con todo lo que son los vascos, de complicados en su arco ideológico, han demostrado que sus cajas –hoy reunidas en torno a Kutxabank– han priorizado la gestión ejemplar frente al gallinero político, constituyendo hoy día la entidad financiera con la mayor ratio de solvencia (12,5%) de todo el paisaje bancario español. ¿Qué está ocurriendo ahora con las comunidades –Valencia y Murcia, ambas controladas por el PP- que están solicitando acogerse a las ayudas económicas del Gobierno central? La comunicación, en estos casos, y por ambas partes, es quitar hierro a la situación, cuando –de ser de signo ideológico contrario- alcanzaría unas dimensiones en la pelea política inusitadas.

La oposición al Gobierno

El puñetazo, por fin, también debe darlo la oposición al Gobierno, en frente común, descubriendo las cartas que el Gobierno Rajoy oculta para buscar fuentes de financiación alternativas a los recortes sociales, un capítulo que defiende con especial vehemencia Rubalcaba y, sobre todo, Izquierda Unida y Unión Progreso y Democracia, con una Rosa Díez a la cabeza que tiene mucho más que ganar, con su actitud de firme opositora –con argumentos- frente al Gobierno y al resto de la oposición, que perder. Socialmente UPyD puede salir reforzada de esta crisis, si sabe jugar bien sus bazas.

El victimismo no es una buena política de comunicación. Ni Churchill la utilizó cuando los nazis amenazaban las islas. Sobre todo cuando hieren nuestra inteligencia al reducir deliberadamente las salidas posibles para el ajuste a las que ellos han marcado como prioritarias. Los derechos sociales constituyen el límite en que debe moverse cualquier Gobierno, sea del signo que sea. La historia de la humanidad en general, y la de España en particular, ha centrado sus objetivos en la consecución de derechos sociales tan justos como una sanidad universal y gratuita, una educación pública de calidad, el logro de un Estado garante de la tranquilidad en los últimos días de vida de sus ciudadanos (pensiones) y un respaldo del Estado, firme y decidido, en la desgracia de sus habitantes (desempleo, dependencia, etc.).

No hay dogmas, sólo necesidades

Y en esto no existen dogmas de fe. Ni el euro lo es, ni tampoco el estado de las autonomías. En esta situación deben buscarse soluciones. Y Rajoy debe mostrarse más firme y convincente, y menos pusilánime ante la adversidad. No es extraño que los españoles no confíen en su plan de salvación de la economía. Y si no son capaces de buscar salidas salvaguardando los esfuerzos de nuestros abuelos y bisabuelos, que dejen paso a otros. Y a la oposición, que plantee alternativas válidas y realistas y abandone la crítica demagógica como estrategia de desgaste. España, y sobre todo los españoles, no nos merecemos tanta mediocridad.

 

 

 

 

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