FIRMAS

Rajoy, ese músico del Titanic. Por Lucas León Simón

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Esto se hunde. Y Rajoy sigue tocando el violín. La prima, la de riesgo, está por las nubes, el Ibex por los suelos, tendremos que pagar el próximo año 38.000 millones de euros de intereses, los ministros económicos están que se caen de un guindo, se prepara otro atraco contra los de siempre, las farmacias se han convertido en boutiques de lujo, la luz sube cada tres meses y hay trabajadores encerrados en jaulas de zoológicos. Esto se hunde. Y Rajoy, toca la gaita.

 ¿Qué se puede esperar de un “músico” que dice que está “con sus líos de Europa” y que “va hacer lo posible para que la UE haga todo lo posible”? Ante este ejercicio de lucidez mental y expresión oral no se puede esperar sino que el barco, el Titanic, se hunda, y que este manso gallego siga tocando su inútil música celestial.

Se les ha acabado la cuerda con “la herencia recibida”, lo que antes funcionaba mal, va a peor y lo que antes medio funcionaba ya no funciona. Este gobierno, estos músicos callejeros, son la inutilidad y la incompetencia personificada.   Da grima ver como se expresan y argumentan ministras que se desdicen en horas de lo que han dicho o que filtran expedientes oficiales que conocen en razón de su cargo.

El país ha retrocedido siglos en pocos meses. El estado de derecho es una entelequia, la democracia una quimera, se legisla por “real decreto”, el parlamento es una burla y una afrenta, hay un país oficial, otro inventado (por la canalla mediática a sueldo de la banca) y otro “real” que padece recortes y más recortes, al que se exprime, miente y elude.

Una quiebra palpable de todos los principios democráticos, un desprestigio irreversible del poder judicial, un descrédito absoluto de la monarquía, de los políticos y de los partidos. Las cajas de ahorro desaparecidas en medio de un enorme agujero negro de corrupción, los banqueros o enriquecidos o absorbidos por la burbuja inmobiliaria, cientos de cargos públicos procesados, pendientes de sentencia o de cárcel. Y un inmenso olor a podredumbre, un proceso de descomposición de las bases de la sociedad civil, del contrato social y de la convivencia pacífica.

Existían distintos modos de relacionarnos con los que nos gobernaban. Ahora sólo hay uno. Tomárnoslos a cachondeo. Que sigan tocando su música. Que, ciegos y mudos, toquen, en el fondo del mar, su sonata, su réquiem, en su extremo efecto: la metamorfosis del piano, de una orquesta de cámara,  convertida en una sola gaita.  Marina. 

 

Publicado bajo autorización de www.periodista-es.org

 

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