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Sostenibilidad y reciclaje son conceptos que parecen de lo más actuales y modernos. Hoy, se habla del reciclaje como sinónimo de vanguardia y de la sostenibilidad como símil de responsabilidad con nuestro ecosistema actual y del futuro. Pero no es así, cada vez reciclamos menos, vamos en retroceso. Sólo hay que preguntar en casa, a nuestras madres y abuelas, o simplemente (aquellos que como yo superan la treintena) hacer algo de memoria para darse cuenta que desde la década de los noventa hacia atrás reciclar era, simplemente, una forma de vida.
En aquellos años, prácticamente todos los enseres eran reutilizables con independencia del nivel económico o cultural. ¿Quién no llevó sus zapatillas deportivas a recauchutar al zapatero? ¿Quién no compró parches, en la tienda de al lado, para que luego mamá se los planchara en las coderas de su chaqueta o jersey, o sobre sus vaqueros favoritos? O incluso, siguiendo con los vaqueros, ¿quién no los llevó a entubar, cuando se puso de moda utilizarlos tan estrechos que casi había que subírselos con polvo de talco? (Por fortuna, luego llegaron los vaqueros elásticos…).
¿Quién no se sacaba unas pesetillas devolviendo las botellas de vidrio a la venta? En casa, yo misma llevaba las botellas de refrescos o cervezas a la tienda. Supongo que el ventero las devolvería, a su vez, a las empresas responsables (pues no creo que las rellenara allí mismo para volverlas a vender).
Que me diga alguien si aquello no era reciclaje.
La ropa de los mayores pasaba a los hermanos o primos pequeños. En mi casa, las camisetas, en concreto, tras haber acabado el ciclo familiar pasaban a formar parte del elenco de trapos. Mi abuela, que por sus conocimientos sobre ahorro y rentabilidad hoy podría ser directora financiera de cualquier gran empresa, o bróker, dependiendo de su textura y composición las cortaba y distribuía “Esta viene bien para el polvo… esta para los cristales… esta para la cocina o esta…para el baño.
Pero la mejor bayeta limpiacristales de la historia, sin duda es el pañal de tela. Antes, aquellos retazos blancos de algodón estaban prácticamente en todas las casas incluso cuando ya no había bebés. Sí, has leído bien. Los pañales antes eran de tela. Se combinaban con una especie de compresa gigante en el interior, y por fuera se ataban a los culitos de los bebés con imperdibles. Era lo normal. Entonces no cabía otra alternativa… nadie imaginó que llegarían los pañales desechables calando hasta tal punto que los de tela han pasado a convertirse en una tendencia vintage, de personas cultas adelantadas, sostenibles y recicladas…
En este mes de abril se celebró la semana internacional de los pañales de tela, para demostrar que son una alternativa económica y respetuosa con el medio ambiente, que culminó con un concurso simultáneo de cambio de pañales de tela celebrado en 250 puntos del globo. Si te parece asombroso, atiende a lo siguiente: El certamen estuvo organizado por la Real Diaper Association ‘Real Asociación del Pañal, (americanos, claro) que promueve el uso de pañales de tela. Antes lo teníamos todos, pero ahora, solo unos pocos bebés son los privilegiados de tener unos culitos reciclados y sostenibles.
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