FIRMAS Juan Velarde

El intelecto es lo primero. Por Juan Velarde

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¿Tienen motivos los jóvenes españoles para estar preocupados por su futuro? Sí, por supuesto. Sin embargo, vamos a establecer una serie de prioridades, sobre todo pensando un poco en la situación actual de España y, sobre todo, cuál es la cultura, la idiosincrasia propia de nuestro país. Y es que, por ejemplo, salvo que a nuestros chicos de 20 años les haya tocado La Primitiva, la Euromillones o el cupón de la ONCE, normalmente la juventud no está pensando en entramparse con una hipoteca.

Nada más lejos de la realidad, lo que preocupa (o debiera preocupar) a los miembros de esa generación es encontrar un empleo, pero también formarse convenientemente.
Desgraciadamente, los distintos gobiernos que han ido pasando por el Palacio de la Moncloa se han puesto de acuerdo en algo, en cargarse la educación de calidad. Cada reforma que se acometía era un canto a la cultura del esfuerzo mínimo, a poder pasar de curso con varios suspensos y a llegar a la Universidad con errores de base.

En 1995, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, en Tenerife, el doctor y catedrático de Filología, Humberto Hernández Hernández, realizó una simple prueba para ver cuál era el nivel de redacción de los nuevos alumnos que accedían al entonces llamado Curso de Complementos. La sorpresa no fue comprobar si los aspirantes a ocupar posteriormente un hueco en las redacciones tenían habilidades innatas para desarrollar periodísticamente un tema, sino que hubo escritos con más de 50 faltas de ortografía (en algunos casos hasta faltaba el acento en el nombre o apellido).

Eso, que puede parecer una exageración, es lo que se encuentren los docentes universitarios a diario. Alumnos que escogen Matemáticas o Física y no saben hacer, siquiera, una raíz cuadrada o una simple integral. Con ese panorama, y viendo al final cómo salen determinados estudiantes, es normal que al final no encuentren acomodo en el mundo laboral y si no pueden hallar un empleo, no parece lógico que vayan a meterse en la compra de una vivienda. Ahí está el gran problema, que algunos quieren, nunca mejor dicho, empezar la casa por el tejado. Menos pensar pues en disponer de la llave de una coqueta buhardilla y más preocuparse en la formación y en seguir creciendo intelectualmente. Eso llevará, indefectiblemente, a encontrar un trabajo y luego, con esfuerzo ahorrador, acceder al mundo inmobiliario. Al revés, puedo prometérselo, no funciona, salvo que se tenga suerte en el azar o se disponga de unos padres riquísimos.

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