Siempre una sonrisa. Ante un tropiezo, una palabra inoportuna, un enfado, se estropea cualquier dispositivo, el coche no arranca, la puerta no abre, soportar colas en cualquier sitio, el inoportuno sonido del despertador después de una noche poco aprovechada… A los problemas, una sonrisa en el rostro.
No es menos cierto, cuando en momentos puntuales, parece que un pico de desesperación aparece. Sin querer. Sin buscarlo ni desearlo, aún con una circunstancia particular compleja. Rompiendo toda la presencia de risa y positividad ante los hechos. La sensación de debilidad sentimental hace acto de presencia. La sonrisa pierde un poco de ese dinamismo. Hay que reanimarse y volver a poner gesto sonriente. Sin apariencias, convencidos que es la mejor alternativa. Resollar, –a mal tiempo, buena cara– ó –siempre con una sonrisa, aunque no deje de tronar-.
Intentar poner y mantener la sonrisa, por uno mismo, aunque no haya ausencia de estados complejos.
Sin tener porqué que dejar de un lado preocupaciones laborales o personales. Cada cosa con su tiempo y ocupación. Nunca dejará de haber una situación conflictiva e indeseada.
Sin embargo, reaccionar con el mejor ataque, la sonrisa. La mejor arma/respuesta.
Tropezando dónde y con lo que sea. Siempre afrontar cualquier cosa, sonriendo.
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