Al final, engaño, engaño, lo que se dice engaño, a medias. Habrá quienes desconozcan que esta nuestra España tiene un tipismo muy variado y quizá lo de la gitana les parezca un símbolo muy reconocible, pero obviamente eso no es así y además hay que luchar contra ese clásico estereotipo donde aún se nos identifica como el país del toro, la peineta y el traje de faralaes. Y encima, de remate, fue una propia empleada del barco la que tuvo que hacer el pariré y con un vestido más raído que el que llevaba la Cenicienta antes de convertirse en princesa.
Cierto es que el detalle no ha gustado nada a la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife y rápidamente ha salido al paso de cualquier crítica para decir que no ha tenido nada que ver en esta mamarrachada, pero al mismo tiempo reconocer que en los tiempos boyantes en los que había perras se regalaban las clásicas esterlizias como símbolo de bienvenida. Además, para que quede claro, cuando es la primera vez que el crucero llega al puerto capitalino, una vez parta, hay un grupo folclórico canario que despide a los turistas.
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