Dicen que la Justicia en España va lenta, que tiene una cadencia decimonónica, pero viendo que asuntos se ventilan en estos nuestros juzgados, a veces es verdad que lo extraño es que aún no funcione peor el sistema. Uno de los aspectos que tienen que regularse por ley es que no se pueden admitir como demandas ni como nada cuestiones tan absurdas como el pintar la fachada de amarillo cuando tenía que haber sido de color ocre, la colocación de un banco en la calle o, por ejemplo llevar a juicio el que a una persona le llamen Don Pepito cuando en realidad se llama José.
La historia es la siguiente, el director del periódico digital Canarias Ahora, Carlos Sosa, se ha referido en su medio a su homólogo de El Día como Don Pepito. ¿Cuántas veces lo ha hecho? ¿10, 100, 1.000, 10.000? Podemos hasta inferir que el tono pudiese ser burlesco, pelín faltón o todo lo que ustedes quieran, pero lo que suena completamente risible es que la Justicia entre de oficio a juzgar estas naderías cuando hay asuntos de enjundia que solventar a diario en nuestros tribunales. Pero nada, debe ser que sus señorías tienen demasiado tiempo de ocio y optan por hincarle el diente a estos asuntos tan trascendentales para el espíritu.
No voy a ser yo quien llame a la rebeldía ni al señor Sosa ni a nadie, pero no creo que tampoco tuviese mayores consecuencias el utilizar nuevamente, hoy mismo por ejemplo, el nombre de Don Pepito para referirnos al señor editorialista de El Día. A mí es que hay cosas que me indignan y ésta, en particular, me parece sangrante con todo el retardo que existe en la Justicia española. Haciendo el chiste fácil, sólo faltó que la sentencia la leyeran los Payasos de la tele con el famoso «Adiós Don Pepito, hola Don José».
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