Vladimir Putin ha sido elegido por tercera vez Presidente de Rusia.
Ya lo había sido entre 2000 y 2008, y no pudo optar en las Presidenciales de ese año a la reelección por su país porque se lo impedía la Constitución. Sin embargo, una vez pasados cuatro años, ha podido volver a presentarse y ser elegido en primera vuelta con el 56% de los votos.
Estamos ante un “nuevo” Putin. Ciertamente no lo parece.
Natural de San Petersburgo –la antigua Petrogrado, y en la época soviética Leningrado-, Vladimir Putin fue un alto cargo de la policía secreta KGB en Dresde –República Democrática Alemana-. Cuando llegó la democracia al país germano, Putin regresó a su lugar de nacimiento y conformó una élite de poder.
Llegó la democracia al inmenso país ruso –que ya se había dividido en 15 Repúblicas: la propia Rusia, Bielorrusia, Ucrania, los países bálticos –Lituania, Letonia, Estonia-, Georgia, Azerbaiyán, Armenia, Moldavia, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán, Turmekistán y Uzbekistán-, y tras el carismático Boris Yeltsin, apareció la siempre enigmática figura de Putin.
Economía de mercado, libertad de precios, crecimiento sostenible y ganar mucho dinero fueron los paradigmas de la política de Putin. Con Dimitry Medvedev, como su sustituyo en la Presidencia de Rusia, desde 2008, pero con Vladimir Putin en la Presidencia del Gobierno, estaba claro que los tejemanejes de la política en Rusia estaban de la mano del sanpeterburgués. Medvedev era formalmente el Presidente, pero Putin seguía con el control.
La decisión de Putin de presentarse a un tercer mandato ha contado con múltiples detractores. Ha habido infinidad de protestas y movilización ciudadana. La más importante se produjo en Moscú en febrero donde hubo más de 100.000 manifestantes con la gélida temperatura de 22 grados bajo cero.
Hay actualmente muchas clases insatisfechas con la política económica de Putin: las clases medias, la Tercera Edad, los pobres…
Rusia, además, en política exterior quiere continuar siendo una superpotencia, pero está teniendo derroteros verdaderamente desafortunados. Su absurdo apoyo al régimen dictatorial del sirio Bachir El Assad es visto con muy malos ojos en la esfera internacional.
El pasado de Putin como miembro del KGB, y su política antioccidental no le ayudan. Las protestas aumentan cada día, sobre todo por la corrupción económica. Además, su victoria en la primera vuelta con un 56% de votos en las recientes Presidenciales de Rusia ha estado envuelta en multitud de fraudes electorales, vistos para más inri por televisión donde un único ciudadano votaba más de cien veces.
El petróleo y el gas siguen siendo la locomotora económica rusa. De hecho, su rápido crecimiento en la pasada década ha estado basado, en gran parte, en el incremento del precio del petróleo. Las propuestas electorales de Putin no son creíbles: aumento de la pensión de jubilación, incremento de las retribuciones de las Fuerzas Armas, los profesores y los médicos, en un intento de contentar a todos.
Putin ya ha declarado que no piensa presentarse en 2018, pero esto no es suficiente para la cada vez más numerosa oposición, que quiere la disminución del poder de Putin.
¿Qué deparará Rusia en los próximos años? Por de pronto, más de lo mismo. Cambio de poderes. Putin, en la Presidencia, Medvedev en el Gobierno.
Oposición descontenta, manifestaciones multitudinarias cada vez más continuas. Tras el glasnost y la perestroika de Mijail Gorbachov a principios de los noventa del siglo pasado, sin embargo, todavía quedan muchísimos obstáculos para una Rusia verdaderamente democrática. Y con Putin, al frente, desde luego, habrá que esperar.
Jesús Pedreira Calamita, es Licenciado en Derecho, Sociología e Historia
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