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EL PERDIGUERO. Argentinizados. Fernando Fernández

Para ninguno de mis amables lectores es un secreto mi interés por América Latina, a la que yo prefiero llamar Hispanoamérica. Si para los gringos todos somos hispanos, no veo razón para que nosotros utilicemos un nombre que Francia fomentó para ningunear a España y de alguna manera hacerse partícipe de la formidable aventura americana, desde el descubrimiento, la conquista y colonización, hasta el ya largo devenir de unos países admirables por tantos motivos, con los que los españoles compartimos tantas cosas. Entre todos ellos, Argentina es, con México y más recientemente Venezuela, al que los española nos sentimos mas vinculados, pero hoy quiero dedicar este relato a la Argentina, con la que ahora, en este minuto de la dos veces milenaria historia de esta nación que los romanos llamaron Hispania, tenemos mas parecidos que nunca antes y no para bien nuestro,  por desgracia.

Argentina es por muchos motivos uno de los mas importantes países hispanos y el pueblo argentinos es probablemente uno de los mas cultos de todos. En su primera fundación de Buenos Aires, a comienzos del siglo XVI, los marineros gaditanos y sevillanos que lo hicieron la bautizaron con el nombre de Real Sitio de Nuestra Señora Santa María de los Buenos Ayres y desde entonces hasta hoy su devenir histórico ha hecho de ella una de las ciudades mas atractivas e interesantes del continente americano, una de las mas bellas urbes del planeta por la que me siento especialmente fascinado. Más de una vez he dicho que cualquier motivo y momento es bueno para visitarla y disfrutar de un entorno urbano único, de sus amplias avenidas y arboladas plazas, de un clima apacible y de una oferta cultural siempre diferente y de la máxima calidad. Sus teatros y espectáculos musicales, su oferta gastronómica, todo invita a visitarla una y otra vez. Para quien guste de la lectura, tal vez ningún otro lugar ofrece tantas oportunidades; cada vez que he estado allí, a mi regreso he vuelto con una abundante cantidad de libros  que la actividad editorial argentina pone a disposición del  bibliófilo.

Pero no todo en la Argentina es así de idílico. Ha sido y es fundamentalmente un país  mal administrado y únicamente sus inagotables recursos naturales explican que a pesar de todo, siga siendo un país rico…con un pueblo empobrecido, sobre todo desde los dramáticos años del corralito. Solo una mala administración explica que un territorio capaz de producir alimentos para casi dos veces la población europea, no sea capaz de evitar que muchos argentinos carezcan de ellos y que el hambre y la desnutrición sean una plaga que fustiga a no pocos sectores de una población de unos 40 millones de habitantes. En Tucumán, por ejemplo. Tucumán no es un lugar cualquiera, allí se proclamó la independencia de la Nación Argentina, es la provincia de menor extensión  pero la más densamente poblada del país y en algunos de sus hospitales pude ver escenas dantescas, más propias de un país africano que de una rica y gran nación. En el Hospital del Niño Jesús se amontonan niños de todas las edades con todas las patologías y todas ellas graves, infecciones, pìodermitis por sarna, tiñas y toda clase de parásitos. En la Maternidad de la Merced, la mayor del continente, se asisten cada año mas de trece mil partos, las niñas paren desde su adolescencia, cada mujer tiene un promedio de 6 hijos y según pude comprobar escasean hasta los sueros y las jeringuillas. La situación es ahora mejor que años atrás, pero situaciones parecidas  se dan en Jujuy y en otras provincias del norte caliente y en las llamadas villamiserias del cinturón del gran Buenos Aires y de las principales ciudades argentinas.

Decir que frente a las políticas “neoliberales”, Argentina es hoy un ejemplo de cómo con políticas de izquierda se puede salir de una situación de crisis, como leí aquí en estas mismas páginas días atrás, solo se puede decir desde el desconocimiento o el sectarismo. Ya es un exceso decir que en Argentina se aplican políticas de izquierda, salvo que la izquierda europea mas extrema haya terminado por aceptar que la alternativa a su penuria ideológica es el populismo rampante. Un populismo que en la Argentina de hoy, como desde hace más de medio siglo,  se llama peronismo. Hay abundante bibliografía al respecto, de autores argentinos y publicada allí mismo.

Porque ese es el principal mal que asfixia a la sociedad argentina. Más allá del peronismo no hay vida, ni política, ni económica ni socialmente. Ricardo Sidicaro publicó un ensayo, Los tres peronismos,  de obligada lectura para quien desee hacer una solvente aproximación al conocimiento de los males argentinos. V.S. Naipul no es el autor mas querido por algunos argentinos, pero el premio Nobel de Trinidad realizó tres viajes a la Argentina en la década de los 70 que luego inspiraron algunas de sus reflexiones sobre el país, en el que se contienen algunos datos de interés. Dice Naipul que en un encuentro con un comerciante de origen judío le relató que a comienzos del siglo XX su abuelo decidió emigrar a las Américas. A algunos de sus hijos los envió a Estados Unidos y otros fueron a la Argentina. Consideraba el abuelo pionero que eran los dos países con mayores oportunidades de prosperidad económica, pero un siglo más tarde la historia demostró cuan equivocado estaba. ¿Porqué es pobre Argentina?, se preguntó Naipul. La respuesta la encontró en Facundo, protagonista de la novela de Domingo Sarmiento, al describir a los caudillos de La Pampa. ¿A cual de ellos se parecía Perón?, se preguntó de nuevo Naipul sin tener respuesta.

Mal gobierno, despilfarro, corrupción, caudillos caciquiles provinciales y unos sindicatos utilizados como fuerza de choque, desde los descamisados de Evita hasta los piqueteros que asesoran a la Kirchner, he aquí una relación telegráfica de los males argentinos. Frente al peronismo, solo la histórica Unión Cívica Radical (UCR) ha sobrevivido como organización política. Dejando al margen a Hipólito Irigoyen, que gobernó durante dos periodos diferentes en la primera mitad del siglo XX y que cuenta con una calle dedicada a su memoria en casi todas las ciudades argentinas, después de la primera llegada de Perón al poder la UCR ha tenido cuatro presidentes. Conocí a dos de ellos y recuerdo muy bien a los otros dos. Arturo Frondizi, a quien en el fondo de mi memoria lo veo con su sombrero de fieltro de ala ancha y sus gafas de gruesas monturas, para algunos el mejor presidente que ha tenido Argentina; Arturo Illía, el hombre de cara triste y escaso carisma; y Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, más recientemente. Los cuatro tienen una cosa en común. Ninguno agotó el mandato para el que fueron elegidos, cayeron derrocados o se vieron obligados a entregar el poder, después de periodos de gran agitación social, protagonizados por los belicosos sindicatos e instigados por el peronismo bajo cualquiera de sus múltiples expresiones.

Mal gobierno, despilfarro, corrupción, caudillismos locales, agitación social y algaradas callejeras. Por fortuna no hemos llegado ni llegaremos a padecer un corralito económico y financiero. Pero no me dirán que aquí y ahora, en muchos aspectos no hemos padecido y aún  padecemos algunos de los peores males argentinos. Nos hemos argentinizado para lo malo y no hemos aprendido de ellos lo mucho bueno que nos ofrecen.

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