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PSICOLOGÍA. Acumular es más que un síndrome. Por José Oriol Rojas

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De entre las mil estrategias y técnicas que el hombre ha inventado para cazar hay una que resulta especialmente educativa. En algunas zonas de África, se utilizaba un procedimiento consistente en practicar un pequeño hueco en la roca y colocar unas semillas en su interior. Hecho esto, el cazador se alejaba y solo tenía que esperar a que el mono sintiera curiosidad por lo que se escondió dentro y se acercara a hurtarlo.

El animal introducía  la mano en el  hueco y obtenido su premio cerraba el puño para apropiarse de él. Aquí es donde empezaba su desgracia, porque el puño no cabía por la pequeña apertura y se quedaba atrapado. Y a pesar de comprobar que el cazador se le acercaba dispuesto a sacrificarlo, el pobre mono, era incapaz de abrir la mano y ponerse a salvo,  para no perder sus ínfimas semillas. Se podría decir que moría víctima de su deseo, aferrado a su tesoro.

Puestas las semillas a un lado de la balanza y la vida en el otro, cuesta entender su decisión. Tendremos que remontarnos a la naturaleza de los primates, común también a la de los humanos, para entender lo que ocurre. En ambos casos, unos y otros están provistos, desde el nacimiento, del reflejo de presión palmar, que les permite aferrarse a su madre nada más nacer, para mantener el contacto y evitar peligros.

La predisposición  natural para el aferramiento al cuerpo de la madre, junto con el reflejo de succión, son las primeras formas de relación social diseñadas para la supervivencia, además de las primeras experiencias de seguridad y confort.

Y ambas, las responsables del infortunio de los monos en su trampa y de los humanos en la suya, pues de ellas se derivan con una congruencia lógica impecable  algunas patologías modernas, a primera vista muy sorprendentes, como el Síndrome de Acumulación Compulsiva y el de Compra compulsiva. El aferramiento a los objetos en grado extremo es tan perjudicial  para la vida de los humanos como el aferramiento a las semillas, para un mono hambriento.

Esta es una forma de ver ambos trastornos que extrae el problema del interior de las personas y lo sitúa en un espacio mental  donde naturaleza y cultura se dan la mano. Las personas con estos trastornos mitigan su malestar (cualquiera que sea) recurriendo a formulas que ponen en conexión sus necesidades biológicas básicas de seguridad y aferramiento (el modo natural de conseguir bienestar) y las valores sociales de la cultura en la que viven, como el de apropiarse de objetos y la importancia que se da a acumularlos, en las sociedades capitalistas.

Se trata de unos trastornos muy poco probables en Etiopía o en las sociedades colectivistas de la Amazonía, donde los bienes materiales tienen muy poca importancia en el primer caso, o simplemente, no existe la noción de propiedad privada, en las segundas.

Lo curioso de todo esto es que tanto el Síndrome de Acumulación Compulsiva o Síndrome de Diógenes como el de Compra Compulsiva implican, entre otras cosas, un trastorno  obsesivo, un alto nivel de ansiedad en la relación con los objetos y más en el primero que en el segundo, alguna forma de ostracismo y desprotección social, con desarraigo y muy probablemente, unas habilidades sociales muy deficitarias.

El aferramiento a los objetos supone la simplificación de la realidad a una de sus parcelas pero fundamentalmente la satisfacción de varias necesidades humanas básicas por un único medio, lo que constriñe mucho las posibilidades de elección, pero dado que se trata de objetos fácilmente accesibles, garantiza su consecución.

Esa necesidad de garantizar el acceso al objeto deseado es responsable de la reiteración del gesto de conservar un objeto inútil o salir a comprar compulsivamente, de ahí. La tesis que vengo a defender, que no es otra que mientras no se satisfaga el deseo fundamental, no va cesar la necesidad de conseguir nuevos objetos para acumular. Y por consiguiente, el problema debería remitir cuando la persona afectada consiguiera aferramiento convivencial a otra persona que le produjera seguridad y confort.

Dicho más claramente, cuando aparece el deseo irrefrenable de ir a por cosas, para disfrutar de comprar o para acumularlas en casa, la  necesidad auténtica de la persona es estar junto a personas que le hagan sentir querida.

 

www.oriolrojas.com

 

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