La connivencia entre capitalismo y dictadura siempre ha sido una realidad indiscutible, pero menos dañina que la connivencia entre capitalismo y democracia.
A muchos dictadores les basta con perpetuarse en el poder y en ocasiones incluso se sienten con fuerzas a la hora de mantener a raya a capitalistas demasiado ambiciosos, pero como los políticos democráticos están conscientes de que su estancia en el poder se verá restringida por sus propias leyes, a menudo se muestran mucho más dispuestos a consentir excesos que garanticen su futuro, el de sus hijos, e incluso el de sus nietos.
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