No pintan nada bien las cosas. Ayer, el consejero de Economía del Gobierno de Canarias decía que no vamos a crecer, ni de lejos, lo suficiente para reducir el desempleo, mal que le pese a Margarita Ramos; la semana pasada, un taxista me contaba su resignación por ver a dos de sus retoños una en el extranjero y la otra al frente del taxi porque no encontraban aquí trabajo pese a sus estudios universitarios. Y no crean que exageraba, según la empresa Adecco, de gestión de recursos humanos, Canarias es la comunidad autónoma que más ha visto aumentar el número de habitantes mayores de edad residentes en el extranjero desde 2008, año del comienzo de la crisis económica.
Y no crean que emigra cualquiera, hablamos jóvenes de entre 25 y 35 años, altamente cualificados. Para que me entiendan, las Islas sufren lo que se llama una “fuga de cerebros”.
Mal pintan las cosas cuando los mejores tienen que hacer las maletas y buscarse la vida en otros países y aquí, en este bendito Archipiélago, tenemos que soportar a descerebrados como Ignacio González que no sólo se ha convertido en una ladilla que mortifica a Paulino Rivero, sino que pretende hacernos creer que el petróleo que, al parecer, tenemos aquí al lado acabará con el hambre en Canarias. Probablemente porque, para ese entonces, ya andaremos medio muertos. De asco.
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