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CINE. «¡Qué Bello Es Vivir!». Cuento de Navidad.

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Manuel E. Díaz Noda.-
La Navidad está repleta de iconos, imágenes, historias que nos enfatizan el lado humano y emotivo de estas fechas. Cuando en 1843, Charles Dickens escribió “Cuento de Navidad” poco podía imaginarse el alto alcance que llegaría a tener su obra, convirtiendo a un viejo huraño y usurero en el mayor representante de una festividad donde se nos alienta a ser generosos y amables. El escritor victoriano no buscaba hacer un canto a la Navidad, sino denunciar las injusticias sociales que existían en aquella sociedad, promoviendo un mensaje de benevolencia y justicia hacia los más necesitados, especialmente hacia los niños víctimas de malos tratos, mendicidad y abusos laborales (un tema recurrente en su obra y que llevó a su máximo exponente con “Oliver Twist”). En 1943, justo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Frank Capra quiso ofrecer a los espectadores una historia marcada por la esperanza y la recompensa por una vida de sacrificio y honestidad que devolviera cierta ilusión a la desengañada sociedad estadounidense. La excusa la encontró en “The Greatest Gift”, un relato corto de Philip Van Doren Stern que pasó a convertirse en la base para “¡Qué Bello Es Vivir!”. Sin embargo, al igual que Dickens, Capra no pretendía hacer una historia sobre la Navidad, sino reconocer el mérito de aquellos ciudadanos medios con vidas grises y cotidianas, quienes con su labor diaria y su compromiso con su comunidad habían ayudado a sacar el país adelante, por encima de los grandes empresarios, los políticos o los héroes de guerra. Este vínculo entre Dickens y Capra no es baladí, ya que argumentalmente podemos encontrar un efecto especular, donde la villanía de Ebenezer Scrooge encuentra su reflejo en la bondad de George Bailey, llegando ambos a un momento de inflexión existencial motivado por las decisiones y los sacrificios que han hecho en su vida. Si Scrooge recibe la visita de tres fantasmas que van a hacerle reflexionar sobre el egoísmo con el que ha conducido su vida, Bailey será aconsejado por Clarence, un Ángel de la Guarda pendiente aún de ganarse sus alas, sobre todo el bien que ha hecho a la gente de su entorno y lo desastroso que sería el mundo que él conoce de no haber intercedido de manera generosa en la vida de los demás.
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“¡Qué Bello Es Vivir!” marcó también el regreso de Capra al cine de ficción después de haber estado realizando documentales de propaganda sobre la guerra, junto con otros cineastas como John Ford. Durante la década de los 30, Capra había sido uno de los directores más celebrados, gracias a sus historias sobre gente corriente que se rebelaba contra las injusticias sociales (“El Secreto de Vivir”, “Caballero sin Espada”, “Juan Nadie”). En estas películas defendía el poder de la voluntad y la bondad del individuo sobre la avaricia y la corrupción del poder establecido, promoviendo un ideal moral basado en la unión familiar y la honradez en el trabajo. Sin embargo, el tono ingenuo y vitalista de estas obras chocaba frontalmente con el cinismo de una sociedad amargada por los efectos de una crisis económica (el Crack del 29) y la contienda bélica en Europa que habían hecho fracasar los sueños de utopías sociales de principios de siglo. Pese a todo, Capra se enfrascó en su producción más ambiciosa, financiada a través de su recién fundada compañía, Liberty Films, contando con el apoyo de estrellas como James Stewart (en su primer papel tras la contienda y uno de los más importantes de su carrera) o construyendo extensos decorados que recreaban el pueblo de Bedford Falls.
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El apartado interpretativo resultó decisivo para la película. Nadie mejor que James Stewart podía representar la sencillez, la honestidad y la ingenuidad del americano medio, consiguiendo dar total credibilidad a la impoluta bondad de George Bailey. Además el actor tenía que afrontar el reto de interpretar al personaje en diferentes momentos cruciales de su vida, desde la adolescencia hasta la madurez, marcando en su actuación las muescas que la vida va depositando en el cuerpo y el espíritu del protagonista, los sacrificios que debe hacer por su familia y su comunidad y los sueños que se van quedando por el camino. Bailey no es un héroe al uso. No es un idealista que esté dispuesto a convertirse en el líder de su comunidad para luchar contra las injusticias, tampoco es un mártir dispuesto a sacrificar su vida a favor de los demás. Sin embargo, su carácter justo y generoso le colocan en esa situación de manera paulatina y accidentada, por mucho que él intente rebelarse y huir de Bedford Falls. El mensaje de Capra se articula en contra del capitalismo feroz que estaba arruinando a los más necesitados, mientras que los acaudalados seguían acumulando riqueza y poder. Estos últimos quedaban personificados en la figura del pérfido Sr. Potter, un anciano avaricioso, dueño del banco y de la mayor parte de las propiedades del pueblo, cuyo único obstáculo para alcanzar el dominio absoluto del pueblo es precisamente George Bailey, un pequeño David que se resiste a desfallecer con su humilde empresa de construcciones y prestamos a la comunidad. Este Sr. Potter, inevitablemente inspirado en Ebenezer Scrooge, estaba interpretado ni más ni menos que por Lionel Barrymore, excelso actor de la escena y el cine, quien con su magna presencia consigue hacer verdaderamente despreciable al personaje, siendo aún hoy reconocido como uno de los villanos más infames y aborrecibles del cine.
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El principal apoyo de George es su familia, especialmente su esposa, Mary, quien también se mantiene infatigable ante los duros reveses que la vida va colocando en el camino a nuestro protagonista. Este papel está interpretado con encanto y sobriedad por Donna Reed, actriz de escasa trayectoria anterior pero que ya había despuntado en títulos como “El Retrato de Dorian Gray” y “No Eran Imprescindibles”. Reed no fue la primera opción de Capra (el papel de Mary había sido rechazado por actrices del peso de Olivia de Havilland, Jean Arthur o Ginger Rogers), sin embargo, la elección final demostró ser la idónea. La actriz aportó una belleza sencilla, candorosa y cotidiana a su personaje, pero también una inesperada fuerza y entereza que en manos de alguna de las estrellas antes mencionadas se hubiesen dado por supuesto, pero que al venir de un rostro menos conocido por el público permitía a Mary tener una entidad propia, no contaminada por el recuerdo de papeles anteriores. Junto a Mary, encontramos al resto de la familia de George, por los que él siempre está velando y sufriendo, desde su madre (Beulah Bondi), su hermano pequeño Harry (Todd Karns), su despistado Tío Billy (un sensacional Thomas Mitchell) o sus hijos, entre los que destaca la pequeña Zuzu (Karolyn Grimes). A estos hay que sumar todo un variado plantel de personajes secundarios, como el candoroso Clarence (Henry Travers), la pareja cómica formada por Ernie y Bert (extraordinarios Frank Faylen y War Bond), el amor platónico de George, la exuberante Violet (Gloria Grahame) o el Señor Gower (H. B. Warner).
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Pese a todas sus bondades, “¡Qué Bello Es Vivir!” fue un sonado fracaso cuando se estrenó en 1946, provocando la bancarrota de Liberty Films y sentenciando el futuro de la carrera de Frank Capra. Sin embargo, como si de una película del cineasta se tratara, 28 años después el universo decidió equilibrar la balanza y recompensar a la película por su fracaso inicial. En 1948 Liberty Films y su pequeño archivo de películas pasó a ser propiedad de Paramount, quien a su vez, en 1955, vendió los derechos de la película a National Telefilm Associates (posteriormente reconvertida en Republic Pictures), sin embargo, en 1974, por un error administrativo, los derechos de “¡Qué Bello Es Vivir!” no fueron renovados por Republic, pasando a ser de dominio público. Esto permitió que la película pudiera ser emitida por televisión de manera gratuita, convirtiéndose en un título recurrente cada año por Navidad. De manera milagrosa, la cinta pasó a convertirse en un clásico aplaudido y venerado por el público estadounidense, que a base de verla por televisión se había dejado conquistar por su mensaje vitalista y esperanzador. No fue hasta 1993 que Republic pudo recuperar los derechos de la obra, pero incluso a partir de entonces, ha seguido siendo una película inexcusable cada Navidad.
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“¡Qué Bello Es Vivir!” es una película que va directa al corazón del espectador (hay que tener una piedra por corazón para no dejarse emocionar con esta historia y su mítico final, por el enternecedor trabajo de todos los actores y la enfática puesta en escena de Frank Capra) y a pesar de los 65 años que han pasado desde su estreno podemos afirmar que su mensaje y espíritu alentador está hoy más vigente que nunca. En un presente donde la crisis vuelve a cebarse en los más pobres, donde el poder de los bancos deja sin casa a los más desfavorecidos, donde se nos insta a apretarnos el cinturón y sacrificar nuestros sueños y aspiraciones en favor de la comunidad, en este presente, todos necesitamos ser más que nunca George Bailey.

Adivina Quién Viene al Cine les desea una Feliz Navidad.
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