Hace ya más de diez años, el escritor Víctor Álamo de la Rosa, figuró entre los Grandes de la literatura canaria de todos los tiempos, en un volumen dedicado a los mejores escritores de todos los tiempos de las Islas. Figuraba el último de la relación, no porque así fuera considerado, sino porque el libro del Centro de la Cultura Popular Canaria estaba estructurado por fechas históricas. Del más antiguo de los buenos literatos canarios al más joven. De hecho, Álamo de la Rosa era el más joven de los narradores a los que se le dedicaba un estudio completo.
El paso del tiempo no ha hecho más que ratificar la buena literatura, una literatura en estado puro de Victor Álamo de la Rosa.
Su obra ha recibido el Premio de Literatura Mercedes Pinto, el Premio de Novela Alfonso García Ramos y los premios de relatos Isaac de Vega y Taramela.
Además una de sus novelas “Campiro que” fue finalista del Prix Fémina a la mejor novela editada en Francia (país junto con Estados Unidos, clave de la literatura mundial de nuestros días) en 2005. Por otro lado, su novela “El año de la seca” fue prologada por el escritor portugués José Saramago, Premio Nobel.
Víctor Álamo de la Rosa acaba de publicar “Mareas y marmullos”. Sí, marmullos y no, murmullos (“Doña Petra le hablaba siempre de las mareas brujas y de los marmullos, que mentías islas sobre el océano, cuerpos de mujer sobre las olas, barcos eternamente naufragando…” del cuento Solo el mar, serenamente).
El nuevo libro de Álamo de la Rosa consta de veinte cuentos (“caracolas-cuentos”), escritor a lo largo de veinte años. Son todos diferentes entre sí, pero tienen un engarce común.
Como señala Andrés Neuman en el prólogo “los cuentos de Víctor Álamo no se leen: se escuchan”. Y así, efectivamente es. El escritor canario vuelve a demostrar su capacidad narrativa, su “lucha” con el lenguaje, un lenguaje perfecto. Directo. Brutal en ocasiones.
Álamo de la Rosa y la isla de El Hierro es un tándem perfecto en la literatura canaria de todos los tiempos. La Isla del Meridiano aparece siempre como una referencia.
Nos deslumbra “Vino el azúcar” porque médicos como Joan ya no existen. Y el pobre, al final, muere asesinado. “Solo el mar serenamente” es un cuento corto y magistral con marmullos. “La escopeta de Tito”, donde Tito el Gallo pasó a ser Tito el Gago. Y Tanajara no es sólo el nombre de un gran vino. “Juan el Chingo supo volar”, lo leemos entre arañas y tuneras. “La maldición del gran perenquén”. Remedios caseros de toda la vida y el milagro de “encontrar” leche donde no hay.
En fin, veinte cuentos para disfrutar de buena literatura, de memoria inventada. Una forma perfecta para introducirse en el mundo mágico de Álamo de la Rosa.
La literatura canaria tiene presente. Y sobre todo, un gran futuro. Un escritor que disfruta leyendo la buena prosa, y que vive en cuerpo y alma de su pasión. Pasión que nos arrastra a los demás a disfrutarla.
Sólo queda que Víctor Álamo de la Rosa nos descubra su poesía.
Volveríamos a disfrutar de un diamante vivo.
Jesús Pedreira Calamita
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