Llevo casi un mes dándole vueltas a una frase con la que resumir en pocas palabras la esencia de este blog. Busco una que pueda servir, por ejemplo, para un anuncio de televisión, aunque no es ese el uso que le voy a dar (no puedo decirles de momento para qué la necesito, pero pronto lo sabrán). Después de mil intentos, esto es lo que más me gusta: “La duda, el sentido común y otras herramientas para escribir bien”. Sin embargo, si metiera ese enunciado en mi Lavadora y le aplicara el programa más riguroso, no podría usarlo. Y no poder usarlo me atormenta, porque lo cierto es que esas son las palabras que andaba buscando. ¿Qué hago?
Aunque parezca mentira, me costó una barbaridad inventar una frase que cumpliera a la perfección ese objetivo de describir brevemente qué es Lavadora de textos. Pero cuando creí que por fin había encontrado algo definitivo, no pude evitar ponerme a prueba una vez más y ejercí –como siempre– de cruel corrector de mi propio texto: leí letra a letra y palabra a palabra, consulté el diccionario… y acabé por encontrar un error, como era de esperar cuando uno se pone en este plan.
El error, si nos atenemos al diccionario de la Real Academia Española, fue usar la palabra ‘herramientas’ para referirme a la duda y al sentido común, pues ese diccionario dice que ‘herramienta’ no es otra cosa que un ‘instrumento, por lo común de hierro o acero, con que trabajan los artesanos’, y es evidente que la duda y el sentido común no están hechos de hierro o acero, sino de neuronas, y también parece claro que no son algo exclusivo de los artesanos.
Por lo tanto, hay que buscar otra palabra para mi enunciado, y la más parecida que encuentro es ‘armas’, que puede significar ‘medios que sirven para conseguir algo’. El resultado es este: “La duda, el sentido común y otras armas para escribir bien”. Una solución perfecta si no fuera por lo mal que queda eso de ‘armas’. Suena a guerra, a violencia y a disparos. No me gusta.
En realidad lo único que me impide quedarme con el término ‘herramientas’ es la definición del diccionario, un obstáculo que no es tal si nos guiamos por la sabiduría de Manuel Seco, para quien la RAE no tiene siempre la última palabra a la hora de establecer cuál es el significado de las voces de nuestro idioma. Seco, académico de la lengua y disidente de la Academia cuando hay que serlo, dice que esa institución, “humana y no divina, no gobierna la lengua, sino que trata de registrarla”.
Y vaya si es humana. En la página 9 de la Ortografía de la lengua española de 2010 (Espasa) hablan los académicos de las “herramientas informáticas para el procesamiento y la autoedición de textos”. O sea, los mismos que dicen que una ‘herramienta’ es simplemente un ‘instrumento, por lo común de hierro o acero, con que trabajan los artesanos’ no dudan en abrir bien sus orejas y emplear esa palabra con un sentido diferente al que le da el diccionario, como hice yo y como hacen otras muchas personas.
Pues bien, dado que la RAE no se corta un pelo y se adelanta a sí misma para ponerse a la altura del habla de la calle, ¿por qué no habría de hacerlo yo en mi frase? Una frase que, por otra parte, estoy seguro de que ustedes entendieron a la primera.
Para terminar, una aclaración: cuando hablo de “escribir bien” no me refiero a tener un estilo de escritura elegante, estupendo y fascinante. Escribir bien no es otra cosa, según Manuel Seco, que ajustarse a “la norma de los buenos gramáticos”. Y yo, por supuesto, estoy de acuerdo con esa definición, porque Seco es un gramático descomunal.
Ramón Alemán en http://www.lavadoradetextos.com
Sr. Alemán: Ponga en marcha su lavadora, introduzca su arte de escribir y hablar correctamente un idioma ( gramática ), elija un programa cualquiera como» herramienta» para seguir expresándose libremente, después del centrifugado de todos los términos. Siga usted con sus lavados con o sin detergente.