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EL PERDIGUERO. Una Argentina aún mas peronista. Por Fernando Fernández

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El resultado de las recientes elecciones a la presidencia de la República Argentina y la forma en que se produjo el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner para un nuevo mandato no tiene precedente. Elegida en la primera vuelta con más del 53 por ciento de los votos y con una distancia sideral de más de 35 puntos sobre el segundo candidato más votado es algo difícil de entender si no se tienen algunas claves de la sociedad argentina. Y la primera y más importante es que Argentina es peronista hasta los huesos y probablemente nadie hoy representa mejor el peronismo en su más pura esencia que esta mujer que, cuando termine el mandato para el que ha sido reelegida, entre su marido y ella  habrán mantenido al peronismo en el poder de manera consecutiva  durante 12 años, más que el mismísimo Juan Domingo Perón. Un Perón que no puede entenderse sin la figura de Eva, Evita, a su lado, que en el imaginario de los argentinos se transfiguró de una u otra manera en aquella Mª Estela Martínez de Perón, alias “Isabelita”, que al morir su esposo le sucedió en su segunda etapa, en calidad de su vicepresidenta,  allá por 1974. En este sentido y  no solo en este, Cristina Fernández es la nueva reencarnación de Evita.

Podría pensarse que, en medio de una crisis mundial como la que padecemos, la situación de los argentinos es hoy boyante como consecuencia de una gestión exitosa de la reelegida presidenta y así parecen pensarlo una mayoría de argentinos que la han respaldado con sus votos y con ese resultado histórico. Pero siendo su triunfo inobjetable, la realidad económica y social de Argentina dista mucho de ser óptima, así que necesariamente debe haber algunos factores que motiven y justifiquen ese triunfo.

Un cartonero transita por la concurrida, centrica y muy comercial calle Florida / Foto: Fernando Fernández

Hay razones para ello y tal vez la más importante es la mejora de la situación social para algunos sectores menos favorecidos. Han descendido los índices de paro y algunos trabajadores se han beneficiado de subidas salariales por encima de la inflación. El Gobierno ha creado una red de cooperativas en las villamiserias del cinturón del Gran Buenos Aires, que gestionan la realización de pequeñas obras públicas que dan trabajo  a más de 100.000 desempleados, según datos de 2011. Además ha creado un programa con una importante dotación económica para subsidiar la escolarización de al menos 3 millones de menores de 18 años, hijos de desempleados o de trabajadores que sobreviven en la economía sumergida. La única condición para recibir este subsidio es que los niños asistan a la escuela y cumplan con un calendario de vacunaciones de carácter obligatorio.

Hasta aquí y desde una óptica europea, podría decirse que el matrimonio Kirchner ha aplicado un programa de izquierda, de corte socialdemócrata, en beneficio de las clases menos favorecidas. Pero en lo político y en lo social, Argentina no puede ser analizada con una óptica europea. Porque hasta lo hasta aquí resumido parecen limitarse los programas de izquierda. Argentina sigue padeciendo unas lacerantes desigualdades sociales y la distribución de la riqueza se parece más a la de un país menos desarrollado que a uno de economía avanzada. Las bolsas de pobreza en las áreas rurales y en los suburbios de las grandes capitales siguen siendo muy altas.  Uno de cada cuatro argentinos vive bajo el umbral de la pobreza, es decir con menos de 2 dólares al día, y de ellos, muchos en la pobreza extrema y en la exclusión social. Ello es una de las causas de los elevados índices de criminalidad, una criminalidad llamada de baja intensidad, donde los secuestros con finalidad económica constituyen una preocupación ciudadana cotidiana.

La inflación sigue siendo elevada y las clases medias urbanas han visto disminuir su poder adquisitivo. Cada vez son más las familias que llegan con dificultad a final de mes. Los lugares de ocio, especialmente los restaurantes que han proliferado en algunas zonas de Buenos Aires y de las grandes ciudades,  están vacíos o poco visitados  en la segunda mitad del mes. Aunque ya no se ven a familias enteras buscando entre las basuras algo de valor, como ocurrió durante los años del corralito que puso fin al gobierno radical de Fernando de la Rúa hace una década, el oficio de cartonero sigue siendo un refugio habitual para la subsistencia de muchos argentinos.

Los jubilados reciben unas prestaciones de cuantía decreciente, erosionadas por la inflación y existen dudas razonables de que los programas sociales a que hice referencia se hayan financiado con cargo a los fondos de pensiones. O lo que sería peor, esos fondos financian algunos negocios y actividades poco lícitas de los beneficiados  por la proximidad a los centros del poder.  La corrupción hoy, como (casi) siempre sigue siendo un problema de primera magnitud y no parece que haya mejorado bajo el kirchnerismo.

Avenida 9 de Julio / Foto: Fernando Fernández

Las operaciones inmobiliarias se hacen al contado y en dólares y los artículos electrodomésticos se venden a plazos subsidiados por el gobierno. Argentina es un país al revés que vive de pan y circo,  me dice un amigo argentino a raíz de leer un análisis que publiqué días atrás, antes de las recientes elecciones. El gobierno contrata a los conjuntos o artistas más conocidos para que actúen en el emblemático Obelisco, en el cruce la gigantesca Avenida 9 de Julio y la calle Corrientes, mientras a pocas cuadras  se mata, se secuestra, se trafica con droga y la corrupción en los círculos del peronismo permanece impune.  La lacra de la prostitución prolifera a la luz del día y según mi informante, las prostitutas acuden a los canales de televisión contando abiertamente con quien han tenido oportunidad de tener relaciones, ya sean jugadores de fútbol o funcionarios del pasado o del presente, exhibiéndolos públicamente sin ningún tipo de prejuicio.

En resumen, en la tradición del más puro populismo peronista, la administración de los Kirchner ha sido maestra en la explotación de una dialéctica pseudo revolucionaria que le permite contar con el apoyo del voto subsidiado de algunos de los  sectores más desfavorecidos de la sociedad, aquellos descamisados a los que apelaba Evita con tanta frecuencia, pero no ha logrado rectificar y superar los males ancestrales de la sociedad y de la economía argentina.

Fernando Fernández

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