Los vecinos de La Restinga, en la isla de El Hierro, tienen todo el derecho del mundo a pedir explicaciones contundentes ante el circo que se han montado en torno a la erupción volcánica. Y digo acertadamente circo porque muchos de los moradores de esta coqueta localidad herreña se han sentido como monos de feria, como los figurantes necesarios y obligados para que alguien, concretamente algunos políticos, llegasen hasta su núcleo para hacerse fotos de oportunidad. Al final, todo lo que dependa de la decisión de un político suele acabar de una manera nada lógica.
El caso es que en torno a la lava se ha montado todo un paripé digno de una película de los Hermanos Marx, una especie de Sopa de Ganso, donde había mucho de lo segundo y en sus más distintas variedades. A los expertos, en mayor o menor medida, se les ha relegado hasta extremos insospechados. Se ha pretendido alarmar a la población ante la inminencia de una temible explosión volcánica, se han llegado a resucitar viejas teorías que no invitaban, precisamente, al optimismo y, claro está, hay que tener en consideración que muchos de los habitantes de La Restinga son viejos pescadores, gentes dedicadas a oficios tradicionales y no están tan preocupados por saber qué demontres se trae la naturaleza. Ellos han estado acostumbrados a otras catástrofes naturales, pero en este caso se ha querido jugar con su ignorancia y se les ha llevado de aquí para allá porque eran los figurantes necesarios porque, repito, algún políticastro quería hacerse la foto de rigor.
Ahora ya están llegando los pobladores de La Restinga a sus casas y a sus pequeños negocios. Después de días de incertidumbre, de meterles el miedo en el cuerpo, es normal que haya quienes recelen de este cambio de decisión y, sobre todo, que empiecen a pedir cuentas sobre cómo van a poder sobrevivir durante los próximos meses. Los pescadores lo tienen más que crudo y los negocios en torno al submarinismo también se van a ver con un quebranto económico importante. Es obvio que nadie tiene culpa de lo sucedido, que ante causas de fuerza mayor no se puede hacer nada, salvo, evidentemente, dejarse de pasear como pavos reales por la zona crítica y articular medidas para que estas personas que directamente van a tener que cesar por obligación en su actividad económica no se vean acuciadas por la ruina y la miseria.
Y es que, precisamente, en lo único que tenían que haber actuado nuestros representantes públicos, la habilitación de ayudas pecuniarias para compensar las evidentes pérdidas que van a sufrir, con la incertidumbre añadida del sine die, es justo lo que no han hecho. Y es que algunos les va lo de estorbar o hacer electoralismo. Y menos mal que hablamos de magma, porque si llega a ser chapapote…
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