No sabemos cómo se obtiene el cálculo pero la Federación Canaria de Ocio y Servicios (FECAO) lo cifra en un 34%. Ese es el porcentaje de caída del gasto turístico en Canarias, consecuencia de la implementación de la fórmula denominada ‘todo incluido’ que supone englobar en el coste de la estancia del turista en un establecimiento hotelero todos sus consumos, de modo que, independientemente de las marcas de los artículos y de las horas en que son despachados, se convierte en un reclamo en sí misma para que el turista no salga del hotel o salga lo imprescindible y para garantizar la salida de productos almacenados.
Es fácil el control: pulsera al canto -a la muñeca en este caso- y a consumir.
La FECAO, por medio de su secretario técnico ejecutivo, Antonio Vélez, señala que eso revienta a elementos del subsector, restauración, alquiler de coches, supermercados, excursionismo, transportes y hasta locales de ocio, naturalmente.
Un 34% parece mucho, en efecto. Y si encima, el total del gasto en destino no es muy elevado, peor el panorama. Sobre todo porque parece la prueba del nueve de lo que es malbaratar la oferta, en otras palabras, de lo que significa la pérdida de calidad de la propia oferta turística. Es fácil deducir que la fórmula deteriora de forma preocupante la cualificación de las prestaciones de los servicios hoteleros canarios, bastante apreciada en operadores y visitantes, bien es verdad que también por otras razones, más bien relacionadas con el comportamiento y la profesionalidad de los empleados del ramo.
El caso es que si la extensión del ‘todo incluido’ no se frena, el daño puede ser irreversible. Seguro que las empresas lo aplican pensando en el ahorro de gastos de personal. Otras lo harán porque la localización del establecimiento, alejada del centro o del nújcleo urbano principal, sugiere montar en techo propio cuantos reclamos supongan un ingreso extra.
Pero si se quiere captar un turismo de lo que hasta hace poco se llamaba alto poder adquisitivo, u ofrecer un producto caracterizado por el alto nivel de sus distintos componentes, se colisiona con esta fórmula. En el modelo de economía de libre mercado no será fácil hallar la solución pero, por si acaso, la FECAO sugiere la conveniencia de regularla, operando en hechos que son inherentes al negocio turístico: categoría de los establecimientos, parques y equipamientos de ocio, personal requerido y apropiado para la prestación de los servicios ofertados así como elementos de defensa del usuario turístico del ‘todo incluido’.
Si este descenso del gasto turístico en destino aumenta, estaremos palpando -si no ocurre ya- distorsiones en la economía de nuestro principal sector productivo, afectado, como se sabe, por otros males a los que se viene a añadir esta modalidad de consumo interno, sobre el papel atractiva y sugerente, pero en el fondo, desde el punto de vista cualitativo, poco beneficiosa. Más importante que el control o la inspección solicitados por la FECAO, resulta la adopción de medidas incentivadoras que garanticen estándares de calidad y propicien tanto mejores prestaciones para los visitantes como una diversificación de la productividad económica.
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