El corte de mangas de la Duquesa de Alba. Reconozco que el anuncio de la boda de la Duquesa de Alba, 85 años, me produce ternura. Ternura y admiración. Ha sido la noticia más refrescante del verano. Entre la crisis, Siria, Gadafi, Hugo Chaves, Zapatero, seísmo, más crisis y panza de burro perpetua, lo de la Duquesa se abre paso con autoridad en las primeras páginas para ayudarte a esbozar una sonrisa tan necesaria en los tiempos que corre.
Esta señora mayor y coqueta se ha puesto otra vez el mundo por montera; le ha dado un sonoro corte de mangas a cada uno de sus hijos, a la sociedad misma, y, de nuevo, ha hecho lo que le sale de directamente del entrecejo. Me encanta. Me encanta porque, además, quienes la hemos observado durante los últimos dos años, achacosa, triste, enfadada, físicamente deteriorada, la vemos hoy feliz sonriente y contenta, y eso, queridos, con 85 años es de premio. Me da lo mismo si su tercer gran amor, el funcionario Alfonso Díez, viene a lo que dicen que viene pero ya han blindado la herencia de los Albas, a la que ha renunciado el novio para entregarse en cuerpo y alma a su amada. ¡Genial!. No seamos hipócritas -al menos no lo seré yo- porque si nuestra madre, nuestra tía, nuestra anciana querida, por obra y gracia de un enamoramiento tardío recuperara la salud, la ilusión las ganas de vivir por un amor, la apoyaría sin fisuras.
Sería difícil encontrar a un miembro de la nobleza menos convencional que Cayetana Fitz-James, XVIII duquesa de Alba, una mujer de 85 años que según ella misma acaba de anunciar, prepara con emoción su próxima boda con el funcionario Alfonso Díez, de 60. Leo en El País que ni siquiera sus graves y recientes recaídas de salud o el inmenso patrimonio artístico de la Casa de Alba han dado tanto que hablar como el polémico noviazgo de la duquesa durante estos tres últimos años. Los reportajes sobre lo que, en principio, fue solo una “entrañable amistad” rezumaban la misma desconfianza de la que fueron presa varios de sus seis hijos, que se opusieron a la boda hasta que Alfonso Díez renunció a heredar cualquier bien de su prometida y ella repartió en vida este verano la herencia para cercenar cualquier sospecha.
Sea usted feliz Duquesa que solo por romper moldes, lo merece.
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