El ser humano debe compartir bastante de sus genes con los borregos de rebaño, que siguen a un líder, sin ni siquiera preguntarse a donde le llevan y para qué.
Nos manejan las modas, las tendencias, la publicidad, los políticos, los generadores de opinión, etc. Y ahora también los mercados y las agencias de calificación de riesgos. Y como los borregos, las seguimos fielmente sin hacer un análisis previo acerca de la conveniencia de hacerlo. Nos despersonalizan, nos alejan del criterio propio, de la personalidad, del libre pensamiento, nos aborregan y encima les damos las gracias. Con estos mimbres no puede salir un buen cesto.
Por deformación personal y profesional, a mi me gusta darle la vuelta a las cosas, cuestionarlo casi todo, tener conciencia analítica y sobre todo conservar mi libertad, y elegir para mi vida aquellas cosas que verdaderamente me parezcan más interesantes, sin acomodarme a una vida hecha y dirigida por otros. Vamos a transgredir e ir más allá.
Por eso, en estos momentos que todo el mundo habla y acepta los parabienes de la globalización, me siento en la necesidad de decir que según mi criterio es una medicina que sólo va bien para algunos y muy mal para el resto.
Es una pena que un lugar como el nuestro tenga una dependencia total y absoluta del exterior, porque no se hayan creado las condiciones idóneas para conseguir un auto abastecimiento en la medida de lo posible.
Podemos producir toda clase de alimentación -mejor si es ecológica y tradicional-, podemos y tenemos capacidad y tecnología para producir calzado y vestido, podemos tener una industria ligera con muy poco impacto en el medioambiente, que tenga la misión de transformar las materias primas para conservarlas, multiplicar sus aplicaciones etc. Tenemos y debemos hacer un buen uso de la investigación que se realiza en nuestras universidades, así como en nuestros institutos tecnológicos para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Tenemos la obligación de intentar retener a las mentes brillantes que da nuestra tierra, y que uno tras otros tienen que emigrar para conseguir unas condiciones de vida y de trabajo dignas.
Los productos de proximidad, son más frescos, más baratos, más sanos, mejoran nuestra salud, nuestra calidad de vida y encima son más baratos. Mucho más baratos. En una anterior reflexión publicada en este digital, con el título “la manzana viajera”, expliqué detenidamente el rastro de contaminación que deja esta fruta consumida mayoritariamente en nuestras islas; además del mal estado en que llega debido a golpes, cámaras de refrigeración, estibas, desestibas, transbordos, etc.
Tenemos un alto porcentaje de nuestra población en paro y a nuestros políticos no hay forma de sacarlos del mantra «hay que esperar que el turismo y el plátano lo resuelvan todo». ¡Por favor, no hay alguien que piense por ahí arriba! Me repugna pensar que no seamos capaces de darnos cuenta de que tenemos la obligación de promover y hacer cosas para mejorar. Se mejora siendo creativo, siendo innovador, potenciando la investigación y sobre todo cambiando radicalmente el actual modelo de desarrollo; que además de ser malo, es nocivo para la salud y el medio ambiente.
La herencia en costumbres, respeto y conocimientos que nos han dejado nuestros antepasados, la hemos dilapidado en los últimos 40 años, con políticas en desarrollismo absurdas y desproporcionadas que se han cargado gran parte del atractivo de las islas. Han plantado árboles de hormigón, arterias de asfalto por doquier y creado un consumismo voraz e innecesario. Sólo hay que darse un paseo cualquier día por los contendores de basura y ver la cantidad de cosas inservibles que llegan a los mismos, siquiera sin haberles dado uso.
Nuestras casas, a pesar de ser pequeñas, están llenas de trastos que no utilizamos nunca, que nos limitan el espacio y que se convierten en un estorbo permanente. La gente sólo toma conciencia de este particular cuando les toca mudarse de domicilio. En ese momento te das cuenta de la cantidad de mierda de la que has ido haciendo acopio y que encima te obliga a contratar a profesionales de la mudanza para que te hagan más digerible lo absurdo en el uso de lo innecesario.
¡Señores!, no podemos estar toda la vida esperando que sean otros los que nos resuelvan la vida. Estamos obligados a tener iniciativa propia y no depender de la mediocridad. Tenemos tierras fértiles, tenemos mano de obra cualificada y miles de personas que no tienen trabajo ni objetivos; muchos de ellos acostumbrados a vivir casi en la indigencia y de la paguita social. Los comedores sociales no dan abasto. Formemos de forma multidisciplinar a toda esta gente y generemos las condiciones necesarias para que puedan tener iniciativa y adaptarlos a las necesidades que hay que cubrir en nuestra tierra.
No entiendo por qué coño tengo que ir a fabricar cualquier cosa a China, o a otros países más atrasados. No entiendo por qué no podemos cultivar nuestras desérticas medianías en lugar de importarlo todo. No entiendo por qué el paro en Canarias es un mal endémico. No entiendo por qué no se destinan más recursos a una formación profesional, lógica y coherente, que se adapte a las necesidades que hay que cubrir; sin que sea necesario contratarlos fuera de nuestras fronteras, mientras los nuestros se mueren de asco.
Bueno, ¡perdonen!: sí lo entiendo, pero no lo comparto. ¿Acaso aquí se eligen a los candidatos que tienen la misión de crear las condiciones, los pilares y las líneas maestras de nuestra economía, por su valía personal? ¿Acaso a esta gente se les realiza algún tipo de pruebas de capacitación? ¿Acaso alguno de ustedes conoce verdaderamente el curriculum y la capacidad real de nuestros representantes? ¿Acaso conocen en qué han destacado y si verdaderamente son los alumnos más aventajados y con más posibilidades de mejorar lo mejorable? Son muchas las preguntas, y creo sinceramente que pocas las respuestas.
Yo lo tengo claro: quiero consumir productos alimentarios que se cultiven aquí y por nuestra gente. Quiero que desaparezcan el enorme número de intermediarios que hacen que en este momento un kilo de aguacates nos cueste de media aproximadamente 5,40€, mientras que al productor lo pagan probablemente a 60 céntimos. Quiero que seamos capaces de creernos y de entender que aquí tenemos cosas como mínimo iguales o mejores que lo que viene de fuera. Lo digo porque he viajado mucho y he comprobado que tenemos un complejo de inferioridad que no se corresponde con la realidad.
Desarrollar una fuente de alimentación fotovoltaica, solar o eólica, no es tan difícil. Tenemos formas de fabricarlo y gente para hacerlo. Cuidar el medio ambiente y embellecer el paisaje no es tan difícil. Tenemos el legado que nos dejó Cesar Manrique, tenemos la obligación de educar a nuestros hijos de forma tradicional y convertirlos en ciudadanos con valor añadido. No es tan difícil, busquemos y elijamos el mejor sistema de hacerlo y sobre todo, seamos muy exigentes a la hora de contratar mediante nuestro voto a los que manejan nuestros dineros y en gran parte ostentan el privilegio de poseer nuestro futuro.
¡Ah, disculpen por no pensar igual que la mayoría! Prefiero ser lobo a cordero.
Valerio Felipe
Este es un planteamiento que ya estan llevando a cabo en varios sitios. La gente ya se va coscando de lo que hay y estan espabilando colega. Hay que tomar la iniciativa y dar ejemplo.